La última ofensiva del ministro de Exteriores contra la Casa Real por la invitación a la inauguración de Notre Dame de París ha colmado el vaso de la paciencia de Zarzuela, donde hay quienes han decidido devolverle la pelota, de forma extraoficial, al polémico ministro de Exteriores.
Zarzuela atribuye la polémica creada por José Manuel Albares a la propia ‘pifia’ del titular de Exteriores. Y así lo han trasladado algunas fuentes desde el complejo de la Casa Real, donde reconocen estar más que hartos del trato que suele dispensar el ministro de Exteriores a los Reyes. Una situación que, además, sitúan de nuevo como inédita al haber trasladado de forma oficial a los medios una versión que deja a la Casa Real a la altura del betún, regañina incluida, y que algunos, por su cuenta y riesgo, han decidido contrarrestar, hartos de la inquina de Albares y su equipo.
Esas mismas fuentes de Zarzuela apuntan, en primer lugar, que la responsabilidad de la invitación a la inauguración de la catedral parisina era de Exteriores, ahondando en que el propio Albares debería conocer, como exembajador en la capital de Francia, el procedimiento habitual en dichas ocasiones. También exponen que el actual embajador, que le sustituyó en el puesto, es un hombre de su absoluta confianza.
Pero la cosa no queda ahí. Asimismo, hay quienes en el complejo real apuntan otra causa en esta situación: el odio africano de Albares hacia el actual jefe de la Casa del Rey, Camilo Villarino. Una situación de esas que suelen darse en la carrera diplomática, ya que Albares le puso la proa a Villarino a su llegada al Ministerio. De ahí que el ministro no haya digerido bien, según parece, que el compañero de carrera al que quiso laminar se haya alzado como mano derecha del Rey.
En Zarzuela no faltan quienes han acuñado, además, una expresión para comprender algunas de las decisiones de Albares: la ‘mesa camilla’. Una designación que apunta a una serie de asesores oficiosos que se mueven entre el Palacio de Santa Cruz y ciertas residencias de ‘gente bien’ de Madrid, en las que -bajo la excusa de cenas informales- se marcan líneas a seguir en materias como comunicación, protocolo y movimientos en el Ministerio. Algo que también es perfectamente conocido en Exteriores.
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