En la Tierra a sábado, abril 26, 2025

CON SUS ‘CLÁSICOS’: IGLESIAS, AROCA, EKAIZER…

Cintora y ‘Malas Lenguas’: más de lo mismo, pero con cargo al erario público

TVE COLOCA AL SORIANO PARA POLITIZAR LAS TARDES DE LA 2

El estreno del programa con que se ha recompensado al periodista soriano ha mostrado, una vez más, que por mucho muñeco, mucho ‘humor’ de creadores de contenidos actuales y mucho plató, sigue girando en torno a lo que hacía una década atrás. Sólo cambia que ahora lo pagamos todos.

Como era de esperar, el retorno de Jesús Cintora ha supuesto también el regreso de un modelo de programa. Y es que Cintora se quedó anclado en 2015 y de ahí continúa sin salir, por mucho que las tres (en realidad, dos) productoras que le preparan ‘Malas Lenguas’ hayan intentado meter en la receta un supuesto humor y unos muñecos para adobarlo.

Ahora que José Pablo ‘Superlópez’ anda empeñado en convertir La 2 en otra competencia de las cadenas secundarias privadas, no deja de ser curioso observar cómo algunos se reparten el presupuesto mientras otros hacen lo único que saben hacer desde hace una década. Llama la atención observar los mismos nombres y los mismos caretos, pero más viejos y pellejos, con un algunos curriculum que sonrojarían a los más pintados.

En el inicio de ‘Malas Lenguas’ no podían faltar los clásicos de Cintora, la Santísima Trinidad del soriano después de que le capotaran, hace ya años, la monja ‘indepe’ y el de la chusta de puro y las anchoas, a saber: Pablo Iglesias -cómo no-, Javier Aroca y Ernesto Ekáizer.

Al exvicepresidente del Gobierno le enfrentaron en un dúplex con un Eduardo Rubiños para confrontar el mal rollito entre Podemos y Más Madrid. Rubiños, que al fin y al cabo es uno de los que se subieron al carro del primer Podemos, andaba más que nervioso, y eso se veía. Iglesias era consciente de jugar en casa, aunque no sabemos si en esta ocasión Juanma del Olmo le sigue ejerciendo de productor a Cintora. Y vaya si se notó.

Por si acaso, el programa también se cuidó de tratar con guante blanco la presentación del libro de Iglesias en su taberna y el incidente del micro volador con Vito Quiles. Unos minutos antes, otra reportera del programa no había tenido -en un mal remedo de ‘Caiga quien caiga’– tanta comprensión con los cuatro gatos franquistas reunidos en un local, a los que, por cierto, dieron más publicidad de la que hubieran tenido sin meter una cámara de TVE.

No hubo ni una sola calificación para el hecho de ver cómo Iglesias arrebataba el micrófono al tal Quiles y lo lanzaba por ahí. Tal vez porque todo queda en familia, entre Iglesias, Cintora y la(s) productora(s) nuestro admirado Tatxito Benet, ‘indepe’ de servicio y trincador de la pasta del Estado español que pagamos todos.

Retornando a los clásicos, no podía faltar ese dechado de verbo florido y simpatía que responde al nombre de Javier Aroca, nuestro opinador favorito de servicio tras su paso por el Partido Andalucista y como palafrenero del socialismo andaluz, el más limpio y transparente de España.

Y mientras la directiva de ‘ElDiario.es’ del clan Escolar, Esther Palomera, se quejaba de que Isabel Díaz Ayuso sólo lleva en sus viaje a los medios que la protegen -después de que el suyo organizase semanas atrás un evento con una ristra choricera de ministros y altos cargos gubernamentales, Pedro Sánchez incluido- y la irrelevante Montserrat Nebrera, expepera que en otros tiempos abrevaba en la cadena del moroso Julio Ariza, seguía empeñanda en mostrar su altura intelectual, ansiábamos el momento de ver el Periodismo hecho carne con acento argentino: el sinpar, el inefable, el inenarrable Ernesto Ekáizer.

Quienes conocieron -más bien sufrieron- los tiempos de Ekáizer, el hombre al que -según él- Solchaga le consultaba hasta los más nimios detalles de la economía española, no se sintieron defraudados. Llevábamos tiempos sin ser cautivados por su sapiencia.

Sólo él podía perderse en los circunloquios de su aflautada voz, en su capacidad analítica que le han convertido en un ChatGPT humano. Nuestro ‘Minority report’ del periodismo acabó recurriendo al “aborto”, en un indudable ejemplo de gusto, para explicar la relación entre la presidenta madrileña y su novio. Algo que hizo saltar al único sensato -hubo justos hasta en Sodoma-, Joaquín Moeckel, que se vio acusado de “politizar” por el astro del periodismo patrio.

Los televidentes de la cadena pública nunca estarán suficientemente agradecidos por la lección periodista de Ekáizer. Y, sobre todo, porque al menos esta vez se pusieran un traje y una corbata y no apareciera en bata desde la cama de un hospital. Porque, antes de Trump, el pudor y la dignidad cotizan a la baja para algunos.

Diez años han pasado desde ‘Las mañanas de Cuatro’. Y para algunos, lo único que ha cambiado es que ahora los programas con tufo activista se los paga el erario público. Una novedad, vaya.

Seguiremos Informando…

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