Pese al creciente protagonismo de la comunicación corporativa en las estrategias empresariales, la comunicación interna continúa siendo una de las grandes asignaturas pendientes en muchas organizaciones. A día de hoy, nos seguimos encontrando empleados que se enteran de decisiones estratégicas, despidos o cambios estructurales a través de LinkedIn o los medios de comunicación, antes de recibir una explicación formal por parte de la propia empresa.
Y es que a menudo se prioriza la narrativa hacia el exterior, sin entender que los empleados son los primeros embajadores de la marca. Esta desconexión entre la comunicación externa e interna no solo erosiona la confianza de los trabajadores, sino que también tiene efectos reales en la productividad, la reputación interna y la capacidad de retención de talento.
Según una encuesta realizada por Personio, el 27% de españoles no confía en que su CEO sea honesto o transparente. Un porcentaje similar piensa lo mismo sobre los equipos directivos (24%) y el departamento de Recursos Humanos (23%). Asimismo, un 42% piensa que el equipo directivo de su empresa no lo escucha ni tiene en cuenta su feedback.
Parte del problema radica en que muchas compañías aún piensan que la comunicación interna es un canal logístico o informativo, y no una herramienta estratégica. Boletines impersonales, mensajes ambiguos o demasiado corporativismo son el día a día. Es necesario entender que no se trata solo de contar lo que pasa, sino de implicar a los equipos en el relato de la organización.
Por otro lado, la falta de coordinación entre recursos humanos, comunicación y dirección es otro de los factores que agrava el problema. Mientras la dirección se enfoca en proteger el relato institucional de cara al mercado, los responsables de comunicación interna carecen a menudo del poder de decisión necesario para anticipar los mensajes clave hacia la plantilla.
La conclusión es clara: no hay buena reputación sin coherencia entre lo que se dice fuera y lo que se practica dentro. Ignorar la comunicación interna no solo deteriora la cultura corporativa, sino que convierte a los propios trabajadores en un público desinformado, desconfiado y crítico hacia su propia empresa.
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