Existe una tendencia creciente entre las grandes empresas: institucionalizar la gestión de la comunicación como mecanismo preventivo frente a riesgos reputacionales. Un ejemplo perfecto de esto es la reciente creación de una comisión específica para fortalecer la sostenibilidad, la comunicación y la reputación por parte de Grifols.
En un entorno donde los informes, las filtraciones en redes sociales o las campañas de activismo corporativo pueden afectar gravemente la imagen de una empresa, las organizaciones están apostando por estructuras internas que integren la comunicación al más alto nivel. Ya no se trata solo de emitir mensajes, sino de establecer diálogos reales con los grupos de interés y darle toda la credibilidad posible al relato corporativo.
El caso de Grifols es significativo: tras el impacto del informe de Gotham City Research, que cuestionó su modelo contable y provocó una fuerte caída bursátil, la farmacéutica ha optado por reformular su estrategia de comunicación. Para ello ha creado una comisión con mayoría de consejeros independientes, encargada de supervisar no solo la sostenibilidad, sino también la coherencia comunicativa y la reputación del grupo.
Esta comisión tendrá entre sus funciones principales revisar la política de comunicación con inversores, medios, donantes y pacientes; así como garantizar que el discurso institucional esté alineado con los valores y propósitos de la compañía. Se trata de una evolución que evidencia cómo la comunicación ha pasado a ser parte del sistema de control interno de las empresas.
La incorporación de perfiles especializados en comunicación dentro de los órganos de gobierno, especialmente en consejos de administración o comités de reputación, se está normalizando en sectores como el financiero, energético o farmacéutico, al mismo tiempo que la figura del dircom, tradicionalmente relegada a un papel más ejecutivo, gana peso como asesor estratégico del CEO y del consejo.
Expertos en comunicación corporativa coinciden en que la anticipación, la transparencia y la escucha activa son claves para sobrevivir en un entorno de vigilancia permanente. La narrativa empresarial debe ser fuerte y sostenible en el tiempo.
Además, las nuevas exigencias regulatorias en materia ESG están empujando a las compañías a informar con mayor detalle y claridad sobre sus políticas y actuaciones, lo que exige una comunicación técnica, veraz y comprensible. Así, la reputación se convierte en un activo crítico que influye directamente en la valoración de mercado y la confianza del público.
La iniciativa de Grifols, aunque ha sido motivada por una situación concreta, puede marcar un precedente para otras compañías. Convertir la comunicación en un mecanismo institucionalizado de defensa podría ser la clave para evitar futuras crisis y construir marcas más resilientes.
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