En el sector de la comunicación, existe una máxima que muchas empresas pasan por alto: el éxito comercial no se improvisa. Durante años he observado cómo las marcas que planifican con antelación sus estrategias de comunicación y relaciones públicas obtienen resultados exponencialmente superiores a aquellas que reaccionan sobre la marcha o que lo hacen a última hora. Y, en esta época del año, me sigue llamando la atención cuántas empresas esperan a que pase el verano para comenzar a pensar en sus campañas de final de año, como son el Black Friday o la Navidad.
Por ello, uno de los errores más comunes, y de los más perjudiciales, es subestimar el tiempo que se precisa para construir una narrativa sólida, especialmente si el objetivo es estimular la venta de un determinado producto. Una estrategia de comunicación efectiva requiere dedicación, constancia y, sobre todo, visión a medio y largo plazo. Motivos más que suficientes para entender por qué los meses de verano son cruciales.
Empezar a trabajar y difundir tus mensajes durante la época estival supone aprovechar un momento en el que los consumidores están más relajados y, por lo tanto, más receptivos a nuevos mensajes; también están más dispuestos a escuchar historias que conecten con sus emociones. Es en estos meses cuando las marcas siembran las semillas de su futura cosecha comercial, con el objetivo puesto en las ventas ligadas a fechas clave de final de año.
Pero, además, trabajar con tiempo permite desarrollar uno de los aspectos que más valoro en una estrategia de comunicación bien ejecutada, como es la capacidad de generar confianza en la audiencia de una manera progresiva. Una idea basada en que, a lo largo de mi trayectoria profesional, he comprobado que las decisiones de compra no se toman basándose únicamente en promociones o descuentos; los consumidores necesitan tiempo para conocer la marca y llegar a confiar en ella, algo que también sucede si hablamos de nuevos productos.
Si hablamos del Black Friday y el periodo navideño, una estrategia de comunicación que empieza a aplicarse en verano permite aplicar prácticas con un enfoque divulgativo, compartiendo historias de marcas auténticas con experiencias que conectan emocionalmente con la audiencia. Posteriormente, en fechas más cercanas a estos momentos -objetivo, estas acciones se habrán convertido en unos cimientos sólidos que permitirán que los mensajes comerciales sean percibidos de una manera más natural entre la audiencia.
También debemos tener en cuenta que tanto el Black Friday como la Navidad son momentos que se caracterizan por una saturación publicitaria, por lo que las marcas que inician su comunicación a última hora se enfrentan a una competencia repleta de mensajes persuasivos que luchan por la atención del consumidor condicionada por unos gastos muy elevados. Sin embargo, quienes invierten en construir su presencia durante los meses previos disfrutan de un terreno cultivado previamente y mucho menos competitivo.
Otro factor que entra en juego, y que vengo observando en los últimos años, es que en cuanto al comportamiento del consumidor las decisiones de compra para fechas como el Black Friday o la Navidad empiezan a tomarse antes de lo que nos imaginamos. Durante el verano, y especialmente en vacaciones, las personas tenemos tiempo para reflexionar, planificar e, incluso de manera inconsciente, comenzamos a formar intenciones de compra para los próximos meses. Una estrategia de comunicación ejecutada durante este período puede ayudar a esta toma de decisiones tempranas. En estos meses, no estamos hablando de vender directamente, sino de posicionar a la marca como una opción deseable y confiable. Se trata, en esencia, de un trabajo de información y seducción del consumidor que requiere tiempo y visión para responder a sus necesidades reales, por supuesto, teniendo en cuenta un punto de vista emocional.
Desde mi experiencia como director de campañas, he comprobado cómo las historias más poderosas e influyentes son las que se formulan desde una perspectiva no comercial. Invertir en tiempo significa apostar por campañas que evolucionan de manera orgánica. En este caso, una historia que comienza en verano puede llegar a convertirse en un mensaje navideño de manera convincente. Esta continuidad genera una coherencia emocional que los consumidores perciben y, sobre todo, valoran.
Tengo la convicción de que el futuro pertenece a las marcas que tienen una visión estratégica y comprenden que la comunicación es un proceso de construcción continua, y no una suma de acciones aisladas. Por lo tanto, mi recomendación es clara: quien tenga un objetivo a medio o largo plazo, debe comenzar a trabajar ya. Y, en el caso del Black Friday y la Navidad, el momento óptimo es el verano.
El tiempo, en comunicación, no es solo inversión; es credibilidad, confianza y, finalmente, éxito comercial y de ventas.
Joel Márquez










