Los exsocios de Mediapro han acabado como el rosario de la aurora. Y, esa ruptura, que hasta el momento era discreta, ha terminado detonando en la capital y al más alto nivel por sus conexiones políticas y mediáticas.
El cruce de acusaciones entre Mediapro, con Tatxo Benet a la cabeza, y su defenestrado socio, Jaume Roures, del pasado mes de julio, aflora un conflicto que hasta ahora se había desarrollado de forma larvada, en la sombra, con discreción y sin estridencias.
Sin embargo, el volcán terminó por hacer erupción y la lava y las cenizas llegaron, desde Barcelona, hasta la capital del Reino, clave para entender determinadas operaciones políticas y mediáticas que, en muchos casos, son prácticamente lo mismo.
El cruce de acusaciones comenzó en la Ciudad Condal cuando Mediapro anunció su decisión de demandar a Roures por no abandonar una de las filiales de la compañía, Versátil Cinema. Una pretensión convenientemente filtrada a ‘El Periódico’ de Prensa Ibérica, de los siempre inquietantes Moll y compañía, que fue contestada, a su vez, por Roures a través de una serie de ‘francotiradores’ y de RAC-1, de la Corporación pública catalana, donde siempre tuvo -y parece que sigue teniendo- bastante mano.
Para Roures, se trataba de una operación destinada a no abonarle las deudas que todavía le debería Mediapro y, de paso, soltar un chorro de tinta de calamar sobre la situación financiera del conglomerado.
Cierto o no, los ecos de la trifulca, como hemos dicho, llegaron hasta los Madriles, donde cada uno de ambos bandos cuenta con peones. Y es que la lucha entre los exsocios llegó apenas unos días antes de que el diputado de ERC, Gabriel Rufián, planteara su propuesta de nuevo Frente Popular a la izquierda del PSOE.
Lo que algunos calificaron como ‘globo sonda’ salpicó a Roures, al que varios medios señalaron como inspirador en la sombra de la maniobra contando con el apoyo de varios ‘comunes’ ligados al Institut Sobiranies. No sería extraño, como tampoco, el hecho de que desde ciertos medios ‘indepes’ se enfilase a los promotores de la idea, tanto a los que habían puesto la cara (Rufián) como a los sospechosos de muñirla entre bambalinas (Roures, Gerardo Pisarello, etc.).
La propuesta de Rufián no sólo no encontró el eco necesario, sino que enervó a los que, supuestamente, iba dirigida. La ‘serpiente de verano’ del diputado de ERC que supuestamente sólo iba a estar 18 meses en el escaño nació muerta. Y si no lo estaba, ya se encargaron de liquidarla, porque después del experimento Sumar -mantenido con respiración asistida desde el Gobierno de Sánchez- nadie a la izquierda del PSOE quiere repetir una experiencia similar.
Pero si hubo quienes se mostraron especialmente agresivos fueron los de la facción derechista del independentismo catalán, o sea, Junts. Que son, curiosamente, o no, los principales colegas de Benet y los que mantienen una batalla sangriente con ERC.
Tablero madrileño para una partida
Todo esto, seguido con detenimiento e incluso impulsado -cada bando, con lo suyo- desde Barcelona, tenía lugar en un Madrid prácticamente con el cartel de cerrado para el curso político en el que no pasaban desapercibidos los resultados (spóiler: pésimos) de Mediapro: regreso a los números rojos con pérdidas de más de 70 millones de euros y recortes varios.
Y eso a pesar de que Mediapro se ha convertido en una de las productoras favoritas de RTVE, bien a través de su marca, bien a través de El Terrat, con el rostro ‘amable’ de Andreu Buenafuente que camufla la verdadera matriz, propiedad del fondo chino Orient Hontai, que le permite a Benet dirigir la empresa.
Pero El Terrat, coproductor de ‘La Revuelta’ de David Broncano, no es la única marca blanca de Mediapro en RTVE: comparte con Globomedia o Bing Bang hasta sumar contratos por valor de cerca de 12 millones de euros, según publicó ‘El Mundo’ este verano. Algunos, gracias a ‘mojones’ como el ‘remake’ de ‘’59 segundos’ o mojando en la salsa del ‘Malas Lenguas’ de Jesús Cintora. A pesar de ello, Mediapro -agraciada continuamente por el ‘josepablismo’-ha arrojado el saldo negativo ya señalado.
Este tipo de operaciones político-mediáticas, especialidad de los exsocios -las andanzas de ambos darían para un libro-, se pergeñan, según fuentes conocedoras de su forma de actuación, en Barcelona, pero se libran, sobre todo, en la capital. Y aunque algunos de los peones de uno y otro bando templan gaitas -los de ERC reconocen que la marca Mediapro y Benet siguen teniendo mucha fuerza-, eso no quita para que unos y otros anden en una guerra que, de subterránea, ha aflorado a la superficie.
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