En la Tierra a viernes, diciembre 5, 2025

El crepúsculo de la decencia

Admitámoslo: el narcisista no va a caer. Hay Pedro Sánchez para rato.

El anuncio de medidas contra Israel, que ese actor de pacotilla en permanente representación de sí mismo realizó ayer, lejos de ser un error como algunos piensan, es un acierto que sitúa la figura del presidente a la cabeza de la presión internacional contra el genocidio en Gaza.

El anuncio de las nueve medidas de presión a Israel ha sido una decisión personal, tomada al margen de un Gobierno donde el resto de sus miembros son puros comparsas que compiten a codazos por arañar un poco de protagonismo.

Admitámoslo: declarar que la operación militar de Netanyahu “ha acabado convirtiéndose en una nueva oleada de ocupaciones ilegales, en un ataque injustificable contra la población civil palestina”, para acabar rematando con que “esto no es defenderse, no es ni siquiera atacar, es exterminar a un pueblo indefenso”, es un acierto.

Anunciar que pondrá en marcha de manera inmediata estas medidas es una estrategia acertada y parte de su forma de ser, algo que suma en el lado bueno de su imagen para que su votante medio, convertido en engranaje del sistema, pueda seguir rindiendo culto a su personalidad, mientras él se empeña en convertir el debate político en un espectáculo de peleas en el barro que reaviven los viejos odios.

El presidente ha vuelto pletórico de sus vacaciones en familia en La Mareta —costeadas por el dinero de los ciudadanos—, donde cerró el espacio aéreo y marítimo con el fin de salvaguardar su intimidad, y donde también decidió cerrar cualquier oportunidad de cambio y regeneración del sistema político que pudiera venir del proyecto popular.

Mientras Feijóo y Abascal, enzarzados en peleas que ya son costumbre, dan la sensación de ser un matrimonio de jubilados arrojándose reproches a la cara, el presidente toma aire y, en ese reino de la repetición que es la política, obliga a esa mayoría social que le es contraria a desviar la atención de su desastrosa gestión para centrarla en la “aprobación urgente de un Real Decreto-Ley que consolide jurídicamente el embargo de armas a Israel y que establezca la prohibición legal y permanente de comprar y vender armamento, munición y equipamiento a ese país”.

Asimismo, establece la “prohibición de acceder a territorio español a todas aquellas personas que participen de forma directa en el genocidio, la violación de derechos humanos y los crímenes de guerra en Gaza”.

Con la aplicación del Decreto-Ley, Sánchez reconoce que “no va a bastar para frenar la invasión y los crímenes de guerra”, pero se muestra seguro de “aliviar parte del sufrimiento que está padeciendo la población palestina”. Y advierte, en clave humanitaria, que “el conjunto de la sociedad española sepa y sienta que, ante uno de los episodios más infames del siglo XXI, su país, España, estuvo en el lado correcto de la historia”.

La habilidad de Sánchez no tiene parangón. En toda la historia democrática española no existe ningún otro político que alcance la destreza de este trilero para explotar el factor emocional. No es difícil imaginarlo analizando la reacción sionista de prohibir la entrada en su territorio a Yolanda Díaz y a la ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, con el mismo interés con el que sigue un anuncio de compresas.

Es un fenómeno. Su pensamiento político se resume en media docena de frases que podrían imprimirse en una camiseta. Es consciente de que una convocatoria de elecciones lo arrancaría de la Moncloa, así que, por mucho que la demoscopia insista en la sangría de la izquierda, el enano que cree ser un gigante necesita hacerse fuerte en su castillo.

Por eso, y dados los antecedentes, nadie debería descartar la posibilidad de que el único político capaz de sostener un Gobierno de incompetentes —que, aparentemente, mantiene una relación estable con la sociedad— sea capaz de darle la vuelta a la tortilla. Porque, admitámoslo, el sistema permanece estable no por quien gobierna, sino a pesar de quien gobierna.

Al final, lo realmente inquietante no es la resistencia camaleónica de Pedro Sánchez, sino la fragilidad de un sistema que, en lugar de poner límites a su narcisismo, lo alimenta. Y ahí está la clave: no es él quien necesita al sistema para sobrevivir, es el sistema el que parece necesitarlo a él para perpetuar su farsa.

pedro de aparicio y pérez de Lucentis

Seguiremos Infopinando…

NOTICIAS RELACIONADAS

Relacionados Posts

Premiados de la XX edición de 'Los mejores de PR'

Noticias recientes

SUSCRÍBETE

Suscríbete a nuestro boletín y no te pierdas las noticias más relevantes y exclusivas.