El Celta de Vigo acaba de estrenar una nueva identidad visual, desarrollada junto a Summa Branding. Conservando elementos esenciales en su historia, como el azul celeste, y una narrativa que busca conectar más que nunca con su afición, su historia y sus raíces gallegas, arranca temporada, con la pretensión de ganar en todos los terrenos.
Summa Branding ha trabajado en una estrategia integral para dar forma al orgullo celtista y todo lo que representa ser del Celta. Desde la nueva voz de marca hasta la tipografía o los símbolos que recuerdan a la tradición viguesa, la nueva identidad es el resultado de un proyecto lleno de emoción, alma y ambición. Así cuenta Joan Mendoza, New Business manager de la consultora de branding, a quien hemos abordado desde PRNoticias para conocer los detalles de este proceso creativo.
Cuando hablas de “capturar y amplificar el alma del Celta”, ¿cómo fue este proceso creativo?
Capturar y amplificar el alma del Celta fue, en esencia, un ejercicio de traducción cultural y emocional; un proceso profundo de inmersión y de escucha, proceso estratégico tanto como creativo. No se trataba solo de diseñar por diseñar, sino de comprender qué significa el Celta para Galicia, para Vigo y para sus aficionados, de entender qué hace único al Celta y cómo ese espíritu podía proyectarse al futuro sin perder autenticidad. Descubrimos que había un poderoso intangible —una mezcla de orgullo, resistencia, valentía y arraigo— transversal en todas las generaciones de celtistas. Ese intangible era la materia prima de nuestro trabajo. A partir de ahí, empezamos a buscar cómo traducirlo en algo tangible. En marketing deportivo, equilibrar tradición y modernidad es clave.
¿Cómo definieron qué elementos debían mantenerse como símbolos intocables y cuáles debían evolucionar para proyectar futuro?
El fútbol vive de símbolos, y algunos de ellos son más sensibles de tocar como puede ser el escudo. El escudo es mucho más que un gráfico, es un legado compartido durante más de cien años. Lo mismo ocurre con el celeste, que no es solo un color, es asset e marca irrenunciable. Esos elementos los tratamos con respeto absoluto, limitándonos a optimizarlos técnicamente para los nuevos entornos digitales y físicos. En paralelo, identificamos espacios donde sí podíamos actuar con mayor libertad y profunidad: la tipografía exclusiva que conecta con raíces celtas, la incorporación de un negro profundo que aporta contemporaneidad y contundencia, o los símbolos abstractos inspirados en las marcas gremiales gallegas. Así logramos un equilibrio: preservar los pilares emocionales y, al mismo tiempo, añadir recursos que permitan a la marca hablar con el mundo de hoy y proyectarse hacia el mañana.
Más allá de lo visual, ¿qué papel juega la narrativa verbal en reforzar la conexión emocional con la afición y diferenciar al Celta en el ecosistema de marcas deportivas?
En el fútbol, lo que se dice es tan importante como lo que se muestra. La narrativa de marca tiene un poder enorme para movilizar emociones y construir identidad. Por eso redefinimos el manifiesto del club, poniendo en el centro la afouteza y el celtismo como ejes fundamentales. Queríamos que cada palabra, cada campaña y cada mensaje transmitieran orgullo y pertenencia, que hablaran desde la autenticidad. En un ecosistema deportivo global donde los clubes buscan diferenciarse, el Celta necesitaba una voz propia que lo distinguiera de otros: una voz que no solo conecta con sus seguidores, sino que también proyecta al mundo un relato singular, enraizado en Galicia pero con capacidad de inspirar a nuevas audiencias. Esa coherencia entre lo visual y lo verbal es lo que convierte a la identidad del Celta en algo mucho más que estética: en una experiencia cultural.
¿Qué impacto esperan que esta nueva identidad tenga en el posicionamiento del club frente a audiencias globales, patrocinadores y nuevas generaciones de aficionados?
El impacto que buscamos es múltiple. A nivel global, el objetivo es posicionar al Celta como un club con una identidad clara, auténtica y reconocible, que no se diluye en el ecosistema internacional, sino que se diferencia gracias a su carácter genuino. Para los patrocinadores, esta identidad supone una plataforma sólida y con mucho valor añadido, porque no solo ofrece visibilidad, sino la posibilidad de asociarse a un relato cargado de cultura, autenticidad y orgullo colectivo. Y para las nuevas generaciones, que consumen fútbol de una manera muy distinta —más digital, más fragmentada, más experiencial—, la nueva marca ofrece un lenguaje fresco, actual y adaptable a todos los canales.
El branding en fútbol no solo apela a la estética, sino también al negocio. ¿Cómo se integró la estrategia de marketing y de negocio del Celta en el desarrollo de esta nueva identidad?
Sabemos que la marca es una herramienta de negocio. No podíamos limitarnos a lo emocional; la identidad debía ser un motor para generar valor tangible. Por eso, la estrategia se construyó pensando en la diversificación de activos: desde merchandising y ticketing hasta experiencias digitales y patrocinios internacionales. Todo debía funcionar con coherencia, de modo que cualquier iniciativa tuviera un retorno a nivel de marca y negocio. Además, alineamos el relato del Celta con su estrategia institucional de expansión internacional y de consolidación como representante del orgullo gallego. Al final, lo que conseguimos es que la marca no sea solo un emblema, sino una plataforma que refuerza tanto la sostenibilidad económica como el crecimiento deportivo del club.
Hablas de “orgullo colectivo y afirmación cultural”: ¿cómo puede el rediseño de una marca deportiva convertirse en un catalizador de comunidad y engagement, más allá del terreno de juego?
El fútbol siempre ha sido un fenómeno social que trasciende los noventa minutos de un partido. Cuando una marca deportiva se rediseña con respeto y con autenticidad, se convierte en un catalizador de comunidad porque refleja lo que la gente siente y le da nuevas formas de expresarlo. En el caso del Celta, el rediseño es una afirmación cultural gallega: incorpora símbolos, lenguajes y relatos que hacen que los aficionados se reconozcan en la marca y se sientan parte de algo más grande que un club. Eso genera conexión porque convierte cada interacción —una camiseta comprada, un post compartido, una bandera en el estadio— en un acto de orgullo colectivo. Más allá del terreno de juego, esta identidad actúa como un pegamento emocional que une generaciones, conecta al aficionado local con el seguidor internacional, y que sitúa al Celta como un referente cultural además de deportivo.
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