La entrevista publicada por El País a Javier Ruiz es un cúmulo de respuestas sin desperdicio en la que cualquier parecido con la realidad parece ser fruto de la casualidad. Vaya por delante que desde el primer momento, con los elogios latentes de la entrevistadora -factoría Josemi Contreras-, el tono general estaba enfocado a mayor gloria del entrevistador. Y éste recogía el guante porque, como suele decirse, está encantado de haberse conocido.
Javier Ruiz, supuesto pope laico de la información y el periodismo, no deja de presentarse en sus respuestas como un iluminado y un mártir… A razón de una buena bolsa diaria. El titular ya resultaba toda una declaración de intenciones: “Sé que me iré a la calle por salvar mis principios”. No será ahora ni con este Gobierno, desde luego.
Las respuestas demuestran que a Ruiz le preocupan sus rivales porque no le hacen el caso que él cree merecer, como si presentar un programa en La 1 del josepablismo obligase a la competencia a meterle en sus escaletas.
El divo asegura no ser “cómodo para mis jefes, nunca lo he sido” y no estar dispuesto a “sacrificar mi honestidad por hacer favores corporativos y eso pasa factura”. En realidad, esos favores ya los hace la dirección de la Corporación para la que trabaja.
Quien no conociera la trayectoria de Ruiz podría sorprenderse, pero el ponente de las escuelas de verano de las Juventudes Socialistas asegura sacudir “al PP y a Pedro Sánchez cuando lo creo”, aunque casi siempre se le vaya más la mano con los primeros que con el segundo.
“El periodismo es el Tribunal Supremo de la verdad. No podemos ser cómplices ni altavoces”, asegura también en un momento dado. Aunque todavía se recuerda cómo él sí hizo de altavoz en la SER de ciertos intereses en aquella indigesta papilla de Carlos Arenillas, Miguel Sebastián y la operación contra el BBVA hace veinte años.
No deja de llamar la atención que Ruiz asegure que si “un tipo con una manguera no es un bombero, un tipo con una cuenta no es un periodista”. Flagrante contradicción con algunos de los que se sientan en la mesa de su programa, salidos directamente del activismo partidista, por precio e interés de una productora que, vaya por dónde, resulta pertenecer a la misma empresa que le elabora las encuestas -otro día contamos cómo se rompe ese mercado gracias a sus vinculaciones con el sanchismo- al PP.
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