En la Tierra a jueves, diciembre 4, 2025

LA CONJURA DE LA NECIA

Søren Kierkegaard, padre del existencialismo, escribió hace casi 200 años en su diario: “Dios todopoderoso lo sabe: la sed de sangre le es ajena a mi espíritu, y me obsesiona en grado máximo la idea de tener que rendir cuentas ante Dios. Y, sin embargo, de buen grado asumiría en nombre de Dios la responsabilidad de ordenar “¡fuego!”, siempre y cuando, previamente, hubiera comprobado escrupulosamente que los cañones de los fusiles no apuntaban a ningún ser humano, a ningún ser en general, excepto a los periodistas”.

Quizá el filósofo fuera la primera mente en percatarse de que la libertad de expresión y la existencia de María Patiño son incompatibles con la dignidad humana. Y esto viene al caso porque la presentadora de voz anómala no se concede descanso en el ejercicio de patinar, pues debe de tener sus fuentes en algún abrevadero de una aldea próxima a su Ferrol natal.

Esta embrutecedora de la moral, el pasado lunes 29, paró en seco ese pandemónium de la imbecilidad que es No somos nadie para, desinformando una vez más, hacerse eco de un bulo que -según hemos podido constatar- no era más que un chismorreo. Dicho rumor ponía en boca de Antonio David Flores que la mitad de la carga genética del hijo de Patiño no se correspondería con la de su padre legal.

Ni el sentido común ni el conocimiento del Código Penal parecen ser el fuerte de la gallega, pues, con la misma inteligencia que puede poseer un gasterópodo muerto, acusó al ex guardia civil de haber cometido un error gravísimo, tipificable como delito, que lo retrataba como un ser violento.

“Todas aquellas personas que han defendido a este señor, cuando tengan conocimiento de lo que ha hecho, probablemente sientan vergüenza”, dijo Patiño fuera de sí, con rostro desencajado, para continuar su relato casi entre lágrimas: “Una parte de mí, siente satisfacción porque sé que nunca me había equivocado y que estoy en el lado correcto, pero hay otra parte de mí que va a hacer lo posible por proteger lo que llevo protegiendo toda la vida”. Finalmente, con apariencia esquizofrénica, aseguró que “la ley me asiste” y advirtió al malagueño que debía asumir las consecuencias de lo que había dicho en su programa dominical de YouTube.

Partiendo de que el malagueño no había emitido ningún programa ese día en su canal, y de que las noticias deben estar regidas por los principios de veracidad e imparcialidad -diferenciándose de los rumores y de las opiniones-, una vez más, escupiendo y pisoteando el código deontológico del periodismo, la bocachancla realizó una exhibición de su total incapacidad para el ejercicio de la profesión.

Buscando en Google alguna manifestación de vergüenza por lo sucedido, y no encontrando ni rastro, he dado con una entrevista reciente en el canal Perreando, en la que la ínclita no aporta ni un argumento sólido que explique el fracaso de La Familia de la Tele, dejándolo todo en el aire como si fuera responsabilidad del estado psíquico de la sociedad en general. A todas luces, estamos ante un caso de disonancia cognitiva de manual.

La naturaleza tendrá contundentes y particulares razones para crear un monstruo que encarna la contradicción de reconocer errores y, al mismo tiempo, negar cualquier arrepentimiento. Algo que sólo se explica psicológicamente, desde un narcisismo y un delirio de grandeza que, por fuerza, la conducen a poseer una autoimagen inflada, en choque frontal con el sentimiento que en los demás provocan sus errores. Ella misma afirma que su profesión la ha llevado a tener muy pocas relaciones y a pasar muy poco tiempo con su hijo: “No me arrepiento…”, dice.

Sin duda, está atrapada en un conflicto interno que impide su crecimiento personal y el desarrollo de una imagen más equilibrada de sí misma. De ahí, todas sus barbaridades. La entrevista culminó con la confesión de su atracción por el comportamiento desordenado, exhibiendo un trastorno palmario de hibristofilia y revelando su desiderátum televisivo: “Me gustaría hacer un programa muy golfo y entrevistar a gente muy golfa”.

Dime con quién andas y te diré quién eres.

John Kennedy Toole.

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