En la Tierra a sábado, noviembre 29, 2025

MORTADELO EL HÉROE DE LAS CHAROS… SLEEPER EFFECTS

En la tertulia de No Somos Nadie, y emancipado de cualquier atadura intelectual, Mortadelo expresó -con el mismo rictus que el náufrago que divisa un barco- su alegría por la inminente salida al mercado, el próximo día 22, de Mi verdadera historia, memorias de Isabel Preysler.

No cabe ninguna duda de que el libro de la Filipina es otro libro de memorias más, donde la memoria resulta un obstáculo sustituido por la imaginación. Una obra que, para cualquiera con dos dedos de frente, posee un alto valor alienante y que, por fuerza, está dirigida al consumo de un público necesariamente idiota, consciente de ser idiota, como sumamente idiota tiene que ser quien publicita y pone en valor las historietas deformadas de una vida, que no es más que una sucesión de fracasos personales compensados con ganancias económicas. Literatura que, por necesidad, rompe con cualquier lenguaje heredado y se erige como enemiga de cuanto remotamente pueda recordar a la inteligencia.

Mortadelo, que siempre se ha significado como uno de los alabanceros de la Filipina, y para quien la supresión de la inteligencia puede venderse sin rubor como inteligencia, confesó: “Voy a devorarlo”. Toda una declaración de intenciones de quien desde niño mostró una capacidad limitada que apenas daba para resolver sumas con ayuda digital. “Soy un admirador absoluto de su vida”, dijo. Y no contento con eso, subrayó: “Me parece que a una mujer que se ha relacionado y ha tenido relaciones afectivas con determinado tipo de hombres, habrá que reconocerle por lo menos algún valor”.

Viniendo este juicio de un obsceno que apareció en televisión mostrando su orgullo porque su pareja, la Señorita Amor, había tenido según ella una relación sexual con Brad Pitt, y siendo experto en manejar posibles realidades cuando se enfrenta a su propia versión de la realidad, criticar al crítico Mortadelo se convierte en un hecho obvio. No admite duda: cualquier reproche contra él cae en saco roto, ya que todo lo negativo resulta de sobra conocido para cualquiera que lo haya tenido que soportar más de cinco minutos.

Por supuesto, y como quien más tiene que callar es siempre el primero en abrir la boca, quien fue arrestado en el cuartel de la Guardia Civil de Las Rozas tras ser denunciado por la Señorita Amor por maltrato físico y psíquico -no siendo ésta la primera vez, ya que en su primer matrimonio pasó por idéntica experiencia- no dejó pasar la ocasión de acusar a Vargas Llosa de haber ejercido sobre la Filipina un maltrato no físico pero sí psicológico. Remató su intervención afirmando: “Sería de justicia que el libro de la Preysler incluyera esta experiencia”. Y lo dice como si la autora, quien desde hace veinte años le felicita la Navidad regalándole dos botellas de champán, no le hubiera enviado ya el libro hace un mes para que el lamebotas dedicara alguna intervención televisiva a la promoción de esas desmemorias. Porque, por limitado que sea el crítico, cabe sentenciar que más vale beber ácido arsénico que leerse semejante bodrio.

Sleeper effects, o efectos latentes, son la consecuencia del abuso sexual sobre menores. Algo que Mortadelo confesó haber padecido y que bien podría explicar su comportamiento actual.

“El espíritu está pronto, pero la carne es débil.”

Dios es amor.

Mientras el piloto celestial le hurgaba la punta con la yema de sus dedos, Mortadelo fue descubriendo los secretos sexuales de los Hermanos Corazonistas. El hermano Santiago -El Pato- le obsequió con el único sobresaliente que obtuvo en su vida, mérito que no quedó reflejado en ningún boletín de notas, sino en la sotana del degenerado.

A partir de ese momento, cada mañana se sentaba en su pupitre sintiendo cómo los ojos de El Pato se clavaban en aquella inocencia que apenas daba para saber de memoria los principales ríos, un poco de latín, menos aún de francés y la lista de los grandes nombres de la literatura española. Quizá sea de aquí de donde nazca la tara necesaria de una personalidad que, por fuerza, deja de manifiesto una sexualidad traumática, un sentimiento de traición, una impotencia y el arraigo inconsciente de quien sufre el complejo fraterno que le lleva a exhibir sus celos, su odio y su envidia, lo que ha convertido a la víctima en victimario con un Edipo de manual y un perjuicio egoísta que alimenta su comportamiento.

Lo verdaderamente perturbador de tanta indecencia no es el libro de la Preysler ni las palabras de Mortadelo, sino la indiferencia con la que aceptamos que el trauma y la mediocridad se conviertan en espectáculo. La literatura debería servir para iluminar, no para oscurecer. Pero en manos de ciertos personajes, no queda más que confirmar aquello de que cada época tiene los ídolos que merece y los bufones que necesita.

Segismundo Freud.

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