En la Tierra a sábado, noviembre 29, 2025

LOS INMORTALES INMORALES

“Si sobrevivís hasta 2030, probablemente lleguéis a vivir quinientos años.”
(Ray Kurzweil, director de ingeniería de Google)

La conversación entre Vladímir Putin y Xi Jinping, captada por un micrófono abierto el pasado mes de septiembre, en la que el ruso aseguraba que alcanzar los ciento cincuenta años en este siglo iba más allá de ser una posibilidad, es una idea respaldada por la ciencia, como se pudo comprobar en la Cumbre Internacional de la Longevidad que se celebró en Madrid a primeros de octubre.

El evidente rejuvenecimiento del presidente de Rusia, por fuerza, ha de deberse a algo más que a su sabida adicción a los baños de contraste de temperatura y a su utilización obsesiva de la cámara hiperbárica. Por mucho que rejuvenezca esta práctica y por buenos que sean sus beneficios, y más allá de inocularse bótox y ácido hialurónico, es indudable que la energía que desprende solo puede ser consecuencia de estar experimentando en carne propia los avances de la biotecnología.

No es, por tanto, un disparate la hipnótica concentración en algo que pudiera parecer al profano quimérico, sino que corresponde a la visión de la realidad de alguien que dispone de la información científica necesaria para saber que el deseo de inmortalidad es un sentimiento común a los principales presidentes del planeta —incluido Fanta de Naranja— y a los magnates de Silicon Valley que, como Brian Johnson, Jeff Bezos o Peter Thiel, utilizan las nuevas terapias e invierten en ellas. Conocidos son sus planes antiedad, que van desde un centenar de analíticas mensuales hasta el consumo de cien pastillas diarias de antioxidantes, minerales y vitaminas.

En aquella conversación entre el presidente ruso y su homólogo chino, fue Xi Jinping —quien combina la Medicina Tradicional China con los últimos avances científicos— el que se adentró en el ámbito de la longevidad: “En el pasado, la gente rara vez vivía más allá de los 70. ¡Hoy, a esa edad, se te considera un niño!”. Fue entonces cuando el ruso sentenció que la biotecnología de trasplante de órganos permitirá, sin duda, no solo rejuvenecer sino alcanzar la inmortalidad.

En Rusia, la imagen de Vladímir Putin está ligada a la supervivencia del país como potencia. Allí todo depende del presidente, pues más que un líder político es una figura mesiánica, indispensable para el progreso de la nación. Así las cosas, a nadie puede sorprender que Putin haya establecido la investigación de tecnologías antienvejecimiento como una prioridad, ni que se haya presentado oficialmente un plan para aumentar la longevidad de los rusos. Un programa que incluye la inversión en tecnologías que permitan detener el envejecimiento celular y en el desarrollo de órganos impresos en 3D que faciliten los trasplantes. La cabeza visible de este programa es Mijaíl Kovalchuk, amigo del presidente y jefe de la endocrinóloga María Vorontsova, hija de Putin. El plan surgió en 2012, cuando Dmitri Medvédev promovió el desarrollo de la criogenia, y lo hizo para preservar a Vladímir Putin. La obsesión del gobierno ruso por prolongar la vida de su presidente está directamente relacionada con la incapacidad de encontrar un sucesor a su altura.

La postura de Putin es consecuencia del cosmismo, la escuela de pensamiento de finales del siglo XIX que se basaba en la idea de que el hombre podría conquistar el cosmos y así librarse de su propia mortalidad. En 2007, Putin rindió homenaje a Konstantín Tsiolkovski, pionero de la exploración espacial y santo y seña del cosmismo. No deja de ser llamativo que, en Estados Unidos, Elon Musk —otro practicante del rejuvenecimiento— sea un fanático de Tsiolkovski, a quien reconoce como su gran influencia.

Tal vez la inmortalidad no sea el siguiente paso de la evolución, sino su castigo: un mundo eterno, gobernado por hombres incapaces de jubilarse ni de morirse. La verdadera hazaña será seguir soportándolos. Si la eternidad tiene gobierno, será una reunión interminable de Putin, Xi, Trump y Netanyahu. Un remake sin fin de la Guerra Fría, con subtítulos en mandarín y patrocinio de Silicon Valley. Spoiler: nadie muere, pero todos querrán hacerlo.

Seguiremos Informando…

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