El caso Salazar es la historia escandalosa de un obseso que confiere a su comportamiento una índole moralmente inaceptable. Es algo que contribuye a agravar la crisis ética y moral que atraviesa el PSOE y que pone en cuestión la inteligencia de Pedro Sánchez al elegir a sus hombres de confianza. Quizá la mayor gravedad de este asunto sea la reducción a fantoches risibles de toda esa caterva de personajes que hoy se muestran como tontos con pretensiones, unos ridículos previsibles y unos inútiles que han conformado la cúpula socialista.
Mientras el PSOE se desangra, una pequeña revuelta interna protagonizada por las féminas obligó a la dirección del partido a pedir perdón a las víctimas tras haber transcurrido cinco meses sin que nadie se hubiera preocupado de ellas y después de que, además, los escritos de denuncia desaparecieran de la plataforma anónima del PSOE. El caso divide al partido en dos sectores: uno liderado por Adriana Lastra, ex número dos del PSOE, partidaria de trasladar las denuncias a la Fiscalía; y otro encabezado por la ínclita Pilar Bernabé, secretaria de Igualdad y delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, que circunscribe a un simple “fallo” el hecho de no haber contactado con las víctimas y que las denuncias hubieran desaparecido por efecto de birlibirloque. Mientras tanto, ministros y altos cargos socialistas se escandalizan ahora por los comportamientos indebidos y se manifiestan en apoyo a las víctimas.
Es nuestra opinión que toda esa repugnancia, tristeza y asco que dicen sentir ahora es el mismo que deberían haber sentido cuando supimos que el guarro salía del aseo con las manos en los huevos y no se subía la cremallera de su pantalón hortera hasta que alcanzaba la altura de la cara de la víctima, porque esta se encontraba sentada y él de pie. Tampoco manifestaron sentir escándalo alguno cuando se enteraron de que Paquito Salazar escenificó una felación con todo lujo de detalles en medio del despacho. Ahora, los hipócritas que en un primer momento lograron aplacar el escándalo obligando a la renuncia del cargo y mintiendo al afirmar que no les constaba que las acusaciones estuvieran reflejadas en ninguno de los canales internos, y que acabaron celebrando el Comité General como si tal cosa, también se llaman a andana cuando se les pregunta por esa compañera de Torremolinos que ha denunciado ante la Fiscalía estar viviendo con pánico a ser violentada físicamente en la puerta de su casa por el líder socialista de la población malagueña.
La compañera narra en su escrito al Ministerio Público que los hechos se remontan al año 2021, época en la que comenzó a recibir mensajes de WhatsApp “de contenido sexual, insinuaciones y proposiciones no deseadas ni consentidas” por parte de Antoñito Navarro, “que generaron en mí un ambiente intimidatorio, degradante y humillante, tanto a nivel personal como profesional”, mensajes que fueron enviados desde el teléfono corporativo del Ayuntamiento de Torremolinos. “Constantes, insistentes y cargados de connotaciones sexuales, afectando gravemente a mi tranquilidad y seguridad”, relataba la víctima.
En este caso, el acoso no solo ha sido verbal. También relata la denunciante un acoso físico: “me tocó el trasero sin mi consentimiento”, y asegura que fue perseguida por el municipio y vigilada en su domicilio hasta cuando salía a tirar la basura. Mientras, Ferraz se pasó por el arco de Trajano su propio protocolo, dejando transcurrir no solo los tres meses señalados desde la denuncia sino la prórroga adicional de otros tres meses hasta que se produjo la denuncia que ahora investiga el Ministerio Público. Así que podemos señalar que las palabras de Pilar Bernabé, “hemos detectado el problema y hemos puesto la solución y vamos a seguir haciéndolo”, no son más que una muestra de su hipocresía consagrada, de su inutilidad y de ese empeño quizá involuntario por esa involución de los hábitos y la moral que va cuajando irresistiblemente en las filas socialistas.
Tanto la historia de Salazar como la de Navarro resultan repugnantes y escandalosas, y, por encima de todo, preocupantes porque la actuación de ambos subraya la demencia y la monstruosidad de algunos de nuestros líderes políticos. Gente moralmente inaceptable, malsana y de una ausencia ética y estética que aderezan con esa arrogancia y ese desprecio por la educación que siempre hemos sospechado como emblema socialista.
Y mientras todos se reparten culpas como si fueran caramelos de feria, el hedor sigue ahí, instalado, normalizado, sostenido por el silencio oportunista de quienes solo recuerdan tener principios cuando hay cámaras delante. Tal vez ha llegado el momento de dejar de aplaudir discursos huecos y exigir dimisiones sin teatro, expulsiones sin matices y justicia sin retórica feminista de escaparate. Que caigan los intocables, que se arranque la alfombra y que salga toda la mugre. Porque si la solución pasa por seguir haciendo como que no pasa nada, entonces el verdadero escándalo no son Salazar ni Navarro: el escándalo somos nosotros tolerándolo.
Jean Hippolyte Gondre









