Los dimes y diretes relacionados con Revuelta y Vox, han puesto en la primera línea de los medios a una vieja conocida procedente de COPE y Trece, Montserrat Lluís, que tras su despido del grupo episcopal de medios fue fichada por el partido de Santiago Abascal, en el que ha ido escalando posiciones hasta lo más alto.
Los hechos se precipitaron en 2022, cuando el inquietante -e intrigante- Fernando Giménez Barriocanal tomó la decisión de despedir a Lluís, que venía ejerciendo como directora general de Emisoras Musicales, Trece, Desarrollo Digital y Comunicación. La medida no se comprendió en el entorno de los medios episcopales, salvo por ser una de las jugadas habituales del vicesecretario de Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal -que sigue considerando Ábside Media como su predio particular, gobernado por el capataz Javier Visiers y compartido con la familia Herrera-, achacada a un excesivo poder de la susodicha y empleando una serie de excusas que, aplicadas a otros personajes que pululan por allí, ya les habrían puesto en la pía calle.
Desde entonces, Lluís se ha convertido en un poder fáctico dentro de Vox, una formación política ‘totalitaria’, controlada por un núcleo duro que opera dentro y fuera del partido y que no tolera protagonismos ni salidas de la línea oficial. En ese entorno, la ascensión de la ex directiva de COPE y Trece ha sido más sorprendente, ya que ha conseguido galones de secretaria general adjunta y vicesecretaria de Acción de Gobierno y Coordinación Parlamentaria.
Un cargo que abarca más de lo que parece, ya que Lluís se ha convertido en una de las ‘fontaneras’ clave en diversas áreas del partido. Lo están demostrando los audios filtrados sobre su papel en la crisis de Revuelta, así como sus interlocuciones directas con asesores y empleados de Vox. Pero es que, además, Lluís sigue siendo un pilar fundamental en la estrategia de mantenimiento de acuerdos con el PP a nivel regional y local. Un papel en el que comenzó a desempeñarse cuando Vox la situó como ‘niñera’ de Juan García Gallardo en Castilla y León.
A diferencia de aquél, Lluís se movió -y continúa haciéndolo- con suma discreción. Sus idas y venidas, por ejemplo, a Valladolid, donde mantiene la interlocución discreta con ciertos sectores del PP y mantiene la disciplina de Vox -bajo la amenaza constante del ‘garciagallardismo’-, sin contar otros lugares donde su sombra también se proyecta.
El nivel de poder y mando que detenta Lluís es de los más elevados del partido, con la peculiaridad de que -hasta ahora- se ha venido ejerciendo de una forma discreta, en segundo plano y con escasa atención por parte de los medios, centrados en las estridencias de otros personajes vinculados a Vox.
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