En 2025, el periodismo no sólo ha convivido con la precariedad laboral o la presión política, sino que se ha enfrentado a un desafío más profundo y estructural: la pérdida de credibilidad por parte de la ciudadanía.
El Informe Anual de la Profesión Periodística 2025, presentado por la Asociación de la Prensa de Madrid, pone cifras a una sensación que ha sobrevolado las redacciones este año: la confianza de los ciudadanos en la información de los medios se sitúa en un 5,4 sobre 10, la nota más baja desde 2022. Un dato que resulta aún más desalentador si se observa desde la mirada de los jóvenes: para ellos, un colaborador no periodista o una fuente directa en redes sociales resulta más fiable que un periodista profesional.
Este desplazamiento de la autoridad informativa no es casual. El informe identifica como principales causas de la desconfianza la pérdida de credibilidad, la falta de rigor y la identificación excesiva de medios y periodistas con ideologías o partidos políticos. Pero esta mirada crítica no procede solo del público: el 82% de los propios periodistas considera que la población tiene una opinión negativa sobre su trabajo. La autocrítica es clara y apunta en la misma dirección: sensacionalismo, falta de calidad, dependencia de intereses económicos o políticos y una independencia profesional que apenas alcanza el 4,8 sobre 10.
A esta crisis de confianza se suma un problema estructural que lleva afectando al periodismo español ya muchos años: la precariedad. Jornadas que superan ampliamente las 40 horas semanales, salarios que en muchos casos no alcanzan los 2.000 euros netos y un aumento significativo de los falsos autónomos dibujan un escenario en el que ejercer un periodismo riguroso se convierte, paradójicamente, en un lujo. No es casual que el 68% de los profesionales crea que estas condiciones afectan directamente a la calidad informativa de sus medios.
El impacto no es solo profesional, sino personal. La salud mental emerge como uno de los grandes problemas del sector. La mayoría de periodistas reconoce que la mala retribución, las largas jornadas y la presión pasan factura, a lo que se suma una exposición constante a la crítica, la desinformación y la polarización.
Mientras tanto, el consumo informativo sigue fragmentándose. Los ciudadanos declaran informarse principalmente a través de informativos de televisión y diarios digitales, pero los jóvenes se mueven en un ecosistema dominado por redes sociales, consumo esporádico y escaso tiempo dedicado a las noticias. En ese terreno, la desinformación campa con facilidad, hasta el punto de que el 91% de los profesionales la considera un problema muy importante en España.
Así, el retrato final del periodismo en 2025 es el de una profesión imprescindible, pero debilitada. Con menos mujeres en puestos directivos, menos estudiantes matriculados en las facultades y una brecha creciente entre periodistas y audiencias jóvenes, el sector se enfrenta a una pregunta incómoda: cómo recuperar la confianza cuando faltan tiempo, recursos y estabilidad para hacer bien el trabajo.
Seguiremos Informando…










