La segunda oleada del EGM de 2019 reportó buenas noticias para la Cadena SER. Tras varios trimestres complicados, la emisora de Gran Vía, 32 logró frenar esta mala racha y repuntó en casi todas las franjas… menos en las madrugadas. La vida moderna no se contagió de esta tendencia alcista y cayó a 69.000 oyentes diarios, su mínimo histórico.
Aunque el programa que conducen David Broncano, Ignatius Farray y Quequé ha perdido audiencia esta temporada debido al cambio de hora de emisión, la caída se ha acentuado en este final de curso. Sin ir más lejos, La vida moderna se deja 31.000 adeptos con respecto a la oleada anterior (-31%), mientras que, a nivel interanual, la caída es de 87.000 seguidores (-55,7%), aunque hay que recalcar que hace un año el espacio se emitía en un horario más favorable.
Pese al mal dato, los integrantes de La vida moderna han vuelto a hacer gala de su gran sentido del humor bromeando acerca de los resultados del EGM. “¿Pero cómo puede ser tanto de repente? ¿30.000 personas, después de cinco años, han dicho ‘pues no era tan bueno el programa’?”, se preguntaba Ignatius, mientras que Broncano apuntaba a que el reto para la próxima temporada es que la audiencia lineal “baje a cero”. “Sí, que sigamos teniendo la misma masa social pero que ahora nos apoyen desde la no sintonización”, concluyó el canario.
Y justo ahí está la clave: La vida moderna ha conseguido trascender a las ondas, afianzándose en la cultura popular y colándose en las conversaciones del día a día, algo que no logran espacios que triplican su audiencia. Sin ir más lejos, la pasada semana el EGM señalaba un desplome significativo mientras que el programa colgaba el cartel de ‘no hay billetes’ a su multitudinario espectáculo en Madrid, que congregó a más de 7.500 personas.{wbamp-show start}
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La vida moderna le ha demostrado a la Cadena SER (y a los directivos del resto de emisoras) que conceptos tan valorados por marcas y anunciantes (que son los que realmente sostienen el negocio) como influencia, popularidad o fidelidad no siempre van acompañados de datos de audiencia arrolladores, sino que están ligados a otros muchos parámetros que han variado con la implantación de las nuevas formas de consumo.
Los bajos registros cosechados por el espacio son meramente anecdóticos, ya que no reflejan la realidad social del programa. Ellos lo saben, así que bromean y juegan con la posibilidad de seguir bajando en audiencia en el mejor resumen posible del espíritu de La vida moderna: reírse de todo, empezando por lo propio, con una libertad y una inteligencia que conecta con el oyente desde el primer segundo.
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