La guerra que se libra estos días a calzón quitado entre Vox y Jorge Javier Vázquez contrasta con la excelente relación que mantienen desde hace años los “padres” de ambas criaturas.
Mientras que Vox y el presentador de ‘Sálvame’ acentúan su pésima relación -aunque ésta ya se hizo visible cuando el antaño conocido como ‘Mermelada’ hizo profesión de fe del programa de La Fábrica de la Tele solo para “rojos y maricones” durante el confinamiento-, muchos olvidan que los creadores de ambos inventos se consideran amigos y mantienen encuentros.
La relación comenzó diez años atrás, cuando Ariza ya llevaba a Intereconomía hacia un pozo negro pero la orquesta del ‘Titanic’ seguía tocando en la cubierta del edificio del Paseo de La Castellana, amenizando, y no precisamente con gregoriano, a la estatua de Juan Pablo II, la misma que desapareció misteriosamente una noche y duerme el sueño de los justos, dicen, en algún garaje de la Obra.
Aquellos tiempos en los que uno podía comer de la mano de Pedro Larumbe viendo debatir a los ardorosos contertulios que abandonaron el campo cuando las lanzas se tornaron cañas. Esos en los que Carlos Dávila se tuvo por Ben Bradlee, Antonio Jiménez hizo lo que mejor sabe hacer (gañotear) y una generación que tuvo como referencias el ‘Telva’ y el ‘Alfa y Omega’ se creyeron la Fox española. Esa que ahora, qué novedad, quiere construir Javier Negre con Alfonso Ussía y el adivino de las confirmaciones que no da una.
En aquellos tiempos, repito, era posible ver al capo de Mediaset acudiendo al despacho de su homólogo de Intereconomía. Y, desde entonces, los contactos han continuado.
No deja de ser curioso observar cómo un partido crecido y nutrido por los últimos mohicanos del ‘julioarizismo’ y el presentador de un programa amparado y mimado por el delegado de Berlusconi en España se tiran de los pelos, cada uno desde su lado ideológico del ring.
Es cuando menos curioso, pero que sepamos: ‘Ariza ni paga ni indemiza, y hoy es uno de los padres de Vox’.
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