Tenía Pablo Casado la oportunidad de construir un discurso programático que hilvanara una alternativa a Vox y al Gobierno de Sánchez e Iglesias y no sólo lo hizo, fue mucho más allá. El líder del PP aprovechó la última oportunidad que tenía para consolidar su débil liderazgo y marcó un antes y un después en su carrera política. Haciendo de la necesidad virtud, fijó su posición de manera clara, dejó noqueado a Abascal con un implacable ataque a Vox y a él mismo y fulminó la foto de Colón con el NO a la moción de censura.
En la segunda jornada del debate, el líder del PP sacudió a diestra y siniestra, desmontando la trampa orquestada por el Gobierno para hacer ver que sólo existe una “ultraderecha”. Si el día anterior, la intervención hilarante del presidente de Vox blanqueó a Sánchez en el peor momento de la pandemia, la segunda sesión del debate dejó que Casado conquistara a su partido y recolocara las piezas en el tablero político. Su movimiento restó cualquier interés a las palabras de Pablo Iglesias, hasta el punto de que éste tuvo que modificar su discurso, redactado para provocar lo que el día anterior no quiso Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno azuzó al líder de Podemos precisamente para menospreciar al PP y así mantener intacta la imagen de estadista a la que le llevó la xenófoba y mendaz intervención de Abascal. Por ello, Sánchez apostó por hacerle ghosting a Casado. Es decir, hacerse el fantasma, desaparecer sin más, esa práctica creciente que aplican aquellos acostumbrados a tener relaciones personales sólo por whatsap e incapaces de afrontar un conflicto cuando éste les puede suponer desnudar su intimidad emocional. Como los que lo practican, Sánchez, utilizó este mecanismo como una autoprotección al miedo. En su caso, al miedo a que su imagen se deteriorara.
Iglesias, descolocado, jugó al cinismo de siempre, tan manido en su caso, que resultó grotesto. Sus alabanzas a Casado retrataban al personaje, que apenas obtuvo unos tímidos aplausos de su bancada. Otro punto para Sánchez, que no miró a Casado mientras pronunciaba su discurso, y observaba la escena desde su escaño relamiéndose la mascarilla mientras el popular le espetaba a Abascal: “Esta moción es una mentira más de Vox para que Sánchez siga en La Moncloa” o “Sánchez y usted son el imán y el metal”. Pero no fueron esos los peores ataques del líder del PP sino todos aquellos que utilizó para separarse de Vox, centrar al PP e incluso ridiculizar a Abascal en el plano personal. “Esta moción la dispara usted contra el partido que le ha dado trabajo durante años”, llegó a decirle.
Casado ha ganado la moción promocionando su mejor discurso, olvidando los tiempos del baile de la yenca de ahora con Vox, ahora moderados, ahora liberales….. fijando su posición contra Vox y obligando incluso al presidente del Gobierno a pedir un turno de palabra para pedir al PP un acuerdo para renovar el CGPJ, que no se iba a perderse él los minutos de los informativos de televisión.
Ahora falta por constatar si los hechos refrendan las palabras de hoy de Casado. Y es que cuando uno pasa de la retaguardia a la vanguardia de las encuestas, tiene que estar seguro de saber movilizar a su electorado y ese esfuerzo va a ser ímprobo para los populares porque su negación a Vox los sitúa en solitario en la derecha. Además, el PP gobierna gracias al apoyo de los de Abascal en Madrid, Andalucía y Murcia, lo que conlleva un riesgo de inestabilidad política si Vox pone palos en las ruedas de la gestión. Aunque Abascal ya ha anunciado que los acuerdos seguirán vivos en estos territorios, no es de extrañar que la declaración de intenciones de Casado realizada hoy provoque recelos entre los cuadros de Vox y aquellos que tienen en sus manos la sostenibilidad de los gobiernos de coalición con el PP.
El puñetazo encima de la mesa del líder popular le ha permitido engrasar los engranajes de su formación, hastiada de sus idas y venidas. Lo demás, está por ver. Ya lo ha advertido Abascal: “Si usted quiere pelea, métase con el matón, no con nosotros”. La advertencia, bien no suena…