Mediaset se ha convertido en la máquina de picadillo de los sentimientos y se ha erigido en juez y parte de las supuestas causas que le dan audiencia. Lo hizo con las cuitas familiares de Isabel Pantoja y su hijo y lo aumentó en el caso de Carrasco, con una escenografía feminista en busca del share y el negocio. Olvidando en todo momento a Carlota Prado a la que tapan y entierran, para que nadie recuerde la verdad de la lucha por la igualdad: ‘Doce meses, doce hostias’.
El culebrón de la hija de Rocío Jurado, que Vasile quería llamar documental, ha obtenido unos datos de audiencia que no se veían desde hace muchos años. Por eso, ante las dudas morales de algunos de los personajes estrella de la cadena, Vasile les contesta “¿tú arrastras esa audiencia?”. Es lo que realmente importa, la audiencia.
Y es que la intensidad de los cebos de la cadena es tan extraordinaria, que el espectador ya no sabe si es lo que ha visto, lo que ve, o lo que le queda por ver. Una suerte de telerrealidad en la que vale cualquier cosa para que el espectador no se mueva de la butaca o, en su caso, tenga la oportunidad de hacerlo en cualquier momento.
Todos los programas se nutren de la casquería del momento, hasta los informativos han tenido que ceder a anunciarla. Periodistas, colaboradores, presentadores y similares, alineados en la defensa de lo que Vasile decida. La espiral de obscenidad tocó techo con la violación de la concursante de Gran Hermano, una indignidad castigada por los anunciantes. En el caso de la serie de Rociíto, los directivos han decidido dar una vuelta de tuerca a su consabida manipulación, convirtiendo el respetable dolor de ésta en un juicio televisado. Para intentar tapar la indecencia, el italiano disfrazó la desvergüenza de feminismo, vistió el espectáculo de ong y animó a los colaboradores y opinadores a redimirse por sus críticas pasadas a la protagonista de la serie. Todo postureo, buenismo de el de siempre, del que se utiliza en los populismos de la política. De hecho, faltó tiempo para la alianza Vasile-Montero.
Cerrado el círculo podemita con la ministra de Igualdad, ya sólo quedaba azuzar a los progres de toda la vida para colarse en la campaña del 4 M, generar el debate y ganar más audiencia. “No es personal, son negocios”, que diría Corleone.
A punto de terminar el culebrón que más audiencia ha dado a la cadena, los de Mediaset buscan cómo estirar la gallina de los huevos de oro. De momento, todo apunta a que la siguiente polémica a alimentar es la de las Campos. Viendo cómo se juega con las cuitas familiares, cualquier cosa puede ser susceptible de casquería, por mucho que Vasile la quiera presentar como alta cocina.
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