Pese al enfado de su padre, Francisco Hernando, con 17 años comenzó a volar en solitario. Su prera obra la encontró en Barajas Pueblo después de patearse todo Madrid. Se trataba de un saneamiento bajo suelo que tenía sus complicaciones, para lo que contrató a un peón y a un contable cubano.
Y no le salió mal la jugada que en 1964 el sueldo medio para vivir relativamente bien era de 10.000 pesetas y Hernando, en dos meses de trabajo y una vez pagados los dos hombres que tenía contratados y demás gastos, ganó 50.000 pesetas lpias, mientras que con su padre sólo ganaba 120 pesetas a la semana… Es curioso lo magníficamente bien pagados que estaban los poceros en aquella época.
Una obra que no sólo le dejó dinero al constructor sino también prestigio y pudo sacarse el título de “Maestro Pocero”, fue lo últo que le enseñó a su padre que al poco tiempo “Murió enfermo de tanto trabajo que llevaba el hombre a sus espaldas y de lo poco que comía”.
Esa es la pena que arrastra Paco pese a haber conseguido todo lo que se ha propuesto en la vida “En mi profesión, gracias a él, con independencia del capital que pueda tener, propiedades y un patronio que día a día he logrado tener, y con modestia aparte, muy elevado, muy a menudo no dejo de pensar que lo tengo todo en la vida; una gran mujer, unos fabulosos hijos, pero me falta el no tener a mi padre a mi lado”
