Bajo el entusiasmo en la calle Ferraz subyace la decepción. Los reteros que siguieron la noche electoral en la sede socialista lo comentaban: esperaban más. Zapatero ha basado su campaña en la búsqueda de una mayoría que le dejara las manos libres: la mayoría absoluta. No lo ha conseguido. Sigue en manos de los nacionalismos.
La victoria de Zapatero está basada en los votos de Esquerra Republicana y de Izquierda Unida, ese voto que ha preferido votar al PSOE antes que a los suyos. La tensión y el drama ha funcionado, y el rechazo a una Izquierda Unida que apoya en los ayuntamientos vascos a los proterroristas de ANV.
Lo que está más claro que hace cuatro años es que Zapatero no puede hacer una política contra la otra mitad de España, arrinconar al PP, marginar a la oposición y jugar a tildar a más de diez millones de españoles de derecha extrema. Zapatero vence, pero no convence. Es la prera vez en la historia de la democracia que un partido renueva mandato sin conseguir la mayoría absoluta, y mientras su oponente avanza y experenta un tante creciento.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA