Se ha vuelto a repetir, y no será la últa. La semana pasada el acoso tuvo carga violenta. Tocaba visita en el Clínico, y se montó. En la puerta esperaban al consejero los sindicatos. Al llegar, le montaron ‘el pollo'. EL pollo es una cosa que gusta de organizar cuando uno no cree mucho en las virtudes del Parlamento. El asunto llegó a las manos, no con Güemes sino con la policía, que el acoso fue tan estrecho que los empujones se tornaron en vuelo de ras. Nueve agentes resultaron heridos, y a las pocas horas la fiscalía ya había tomado cartas en el asunto. Los sindicatos dicen que sienten el lío pero que lo van a repetir allí donde pase el consejero. Malas noticias, y mal ambiente. Insisten en que se quiere privatizar la sanidad. Llevan ya más de un año ‘movilizándose', que es como lo llaman, contra una supuesta intención que nunca llega. Mientras, la Comunidad pasa datos la vía del móvil, que es recurso rápido y eficaz: ocho hospitales y 56 centros de salud en una legislatura, frente a los dos hospitales de Cháves en 18 años de mandato. Y todavía no sabemos quién es el consejero de sanidad andaluz.
Ayer se la volvieron a montar en el de Puerta de Hierro. Las cargas sindicales se han convertido en una forma perversa de la salva de honor. Ahora se une algún paciente que se queja de lo suyo. El pollo se ha convertido en un clásico. Ha dejado obsoleto el Parlamento y la negociación colectiva. Las quejas tienen sus cauces. Al tiempo que le organizaban una parda a Güemes, que es hombre frío y paciente, los sindicatos se quejaban de que el gobierno de Zapatero les ha quitado el privilegio de ‘su sanidad privada'. Quiero esto decir que denunciaban a la pública mientras tenían otros médicos particulares. Es como el que dice defender la enseñanza pública y lleva a sus hijos al colegio francés, como hace algún preboste socialista.
Lo peor de todo esto es que a los que organizan el pollo la sanidad se la trae al pairo. El pollo es una forma de oposición. Ya calentaron el ambiente ante las últas elecciones autonómicas. Y ahora siguen el patrón. Usarán los servicios públicos para hacer oposición. Es la miseria del sindicalismo, y de cierta clase política sin asiento en la Asamblea.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA