Quizá la Reina tenía ganas de decir lo que guarda en la conciencia. A sus setenta años no cree que la unión de homosexuales sea un matronio, está en contra del aborto (¿hay alguien a favor?, ¿hay alguien que hace campaña para que las mujeres trituren a sus fetos?), y de la eutanasia. Posiciones personales sobre problemas humanos. Ninguna opinión que sorprenda a nadie. Se manifiesta también contraria a las cuotas. No atan nada al camino de las mujeres. Creo que estas opiniones, más que un error, son un bien. Pero eso también forma parte de lo opinable. Lo que creo que es un patinazo es el comunicado en el que se discute al mensajero, en el que se culpa a Pilar Urbano de haber trasladado de forma inexacta la opinión de la Reina. Aquí empieza el lío. Porque si de lo que se trata es de matar al mensajero, si la reacción consiste en matar el libro para que nada de lo que dice tenga efectos políticos, alguien tendrá que dar la cara. A Zarzuela llegaron tres copias. Se supone que se leyeron las tres, y que les dieron el visto bueno. Tres opiniones coincidentes. Tres lectores. Tres cabezas. La Reina dice cosas de sentido común. Si no debió decirlas, alguien tuvo que captar que venían problemas. ¿Y quién?
ALFREDO URDACI, PERIODISTA
