Por suerte a la compañía US Airways no se le ocurrió hacer un ERE y utilizar como "inteligente" criterio la edad y la experiencia para jubilar al piloto Sullenberger como aquí sí ha hecho nuestra ínclita Televisión Española y las demás cadenas que han jubilado anticipadamente a muchos de los mejores y más experentados periodistas.
Sin la pericia y arrojo del piloto americano los pasajeros del airbus que acababa de sobrevolar sobre Manhattan y el Bronx se hubieran matado. Ciento cincuenta y cuatro personas deben su vida a Chesley Sullenberger y quien sabe cuantos otros confiados vecinos del Bronx se la deben también. Según casi todas las hipótesis una bandada salvaje de gansos canadiense (que no buitres irakíes) chocaron contra la aeronave a los pocos minutos de despegar del aeropuerto de La Guardia, en Queens. Pero Sullenberger, de 57 años, lejos de perder los nervios hizo acopio de sus recuerdos como piloto de Cazas militares y de su amplia experiencia en planeadores y al sentir que perdía los dos motores, inició un descenso planeando con tal habilidad que consiguió cuadrar, perfecto, el avión donde menos riesgo tenía, sobre el río Hudson, a la altura de Central Park.
Por si todo ello no fuera suficientemente excepcional, esquivó a los ferrys de pasajeros que normalmente surcan el rio, una de las arterias de comunicación de Nueva York con sus ciudades periféricas, y se situó a escasa distancia entre dos de ellos. En cuestión de minutos, todas las televisiones del mundo, salvo las españolas, tenemos que decirlo, estaban trasmitiendo en vivo, el acercamiento de lanchas de salvamento, la autopista al norte cerrada y desierta y las docenas de ambulancias y bomberos que se dirigieron al lugar de los hechos. Fue sencillamente presionante. Millones de personas, a través de las principales cadenas de televisión americanas, europeas y asiáticas, asistos con enorme angustia a la vida o la muerte de todo el pasaje.
Todos sabemos que en un accidente aéreo, incluido los amerizajes, no suele haber supervivientes, o milagrosamente alguno. Todos esperábamos y deseábamos con ansiedad que en este caso, se pudieran salvar todos. Y ocurrió el milagro. El avión no se hundió de inmediato y pudos ver las alas de la nave con todos los supervivientes caminando confundidos y en estado de shock hasta las lanchas que los equipos de rescate situaron en el lugar.
La noticia dio la vuelta al mundo. Milagro sobre el río Hudson. Nueva York ya tiene un nuevo héroe, el comandante Sullenberger. La Guerra de Gaza quedó en segundo plano toda esa noche del jueves, mientras las televisiones entrevistaban, a la tripulación, a los pasajeros, a los familiares y a los técnicos de aviación civil que elucubraron sobre las causas del amerizaje y la enorme habilidad del piloto. ¡Chapeau!
No hay mucho más que decir. Si acaso, el estu que como periodista me produce que nuestra propia profesión, aquí en España, esté tan anestesiada y con tan poco "nervio". Estoy segura de que si la Baronesa Thyssen hubiera salido al balcón de su casa a enseñar el certificado de paternidad de su retoño Borjita, todas nuestras televisiones patrias (le robo el calificativo a la extraordinaria bloguera Luisidora hogueras sociales) habrían interrumpido su programación para enseñarlo, junto a las insufribles petulancias y griterío de esa bandada mediática que se está hinchando a ganar dinero con el vociferio y la estupidez humanas.
Concha Minguela
Directora de Gente en Madrid