Cuando ayer la jueza Miriam de Rosa envió a la Modelo a Millet y Montull, los dos golferas del Palau de la Música catalana, me reconcilié con la Justicia de forma instantánea. Tantos meses siendo la vergüenza internacional, viendo como estos dos entraban y salían a su antojo en los Juzgados y en los restaurantes con cara de no haber roto un plato, me producía un indignación rayana en la histeria, que era fácilmente detectable que, en esos momentos, algo no funcionaba en nuestro Estado de derecho. Ahora resulta que como ya le pasó a Al Capone que se van al trullo la menor de sus faenas delictivas, pero me da igual, que lo tante es que dejaran de avergonzarnos a los que siempre hemos creído que en Catalunya estas cosas no pasaban y además era posible que sucedieran. Como ya nos hemos caído del burro catalán, con denominación de origen supuesto y hemos entrado en la realidad nacional, bueno es que Montull y Millet se vayan al hacinado centro penitenciario donde ya estuvo De la Rosa, donde cada centímetro cuadrado de celda es compartido con traficantes, chorizos, carteristas, asesinos y demás amantes de lo ajeno y de la ilegalidad. Allí podrán meditar profundamente y recuperar la memoria perdida, y con ello, devolver a la sociedad a la que engañaron el favor de señalar a aquellos que les ayudaron a amasar una inmensa fortuna a base subvenciones, facturas falsas y dinero negro que algunos le debieron dar, digo yo, y otros les ayudaron a malgastar con fines políticos.
Manuel Fernando González
Editor y Director