No tiene nada de malo que los ateos se manifiesten en la calle y hagan patente su ateísmo. Están en su derecho de manifestar libremente sus creencias o su falta de ellas y de criticar a la religión católica, musulmana, la Iglesia de la Cienciología, los mormones o a los adventistas del Sépto Día. Personalmente me da lo mismo. Creo profundamente en la libertad de expresión. Lo que no entiendo es la necesidad de convocar una manifestación anticatólica en pleno Jueves Santo en Madrid, a unos metros de las procesiones más tantes de la capital, salvo que lo que realmente se persiga no sea reivindicar el ateísmo, sino sple y llanamente, buscar la provocación. Invocar a la “hermandad de la santa pedofilia” o la “cofradía de la virgen del mismíso coño” dice bastante del nivel de los convocantes. En otro momento hasta me provocaría risa, pero ya ha pasado el carnaval. Cualquier persona tiene derecho a no tener creencias religiosas y a expresarse como mejor entienda, pero eso no le exe de su obligación de respetar las creencias de los demás. Es un signo de elemental convivencia cívica. Hay muchos días al año y calles en Madrid para organizar esta patochada, que no tendría mayor trascendencia si los medios de comunicación no nos hiciéramos eco. No quiero aginar el rechazo que provocaría una asociación anti homosexual que convocara una marcha el mismo día, a la misma hora, y en la misma zona que la marcha del orgullo gay. Se consideraría un grave ataque a la libertad individual y una provocación. Por otra parte, dudo mucho que los ‘librepensantes’ que aspiran a reventar algunas de las procesiones más arraigadas de Madrid, a las que acuden igual tanto católicos practicantes como turistas y visitantes que disfrutan presenciando una tradición de considerable valor cultural, tuvieran arrestos suficientes para manifestarse en pleno ramadán frente a la mezquita de la M30 mofándose de los ritos musulmanes. Es progresista criticar la prohibición de utilizar el burka en público, pero se mira para otro lado cuando las tradiciones cristianas son las atacadas. Lo que le falta a este país es combatir la intolerancia con mayores dosis de fanatismo. Vivos en democracia, e independientemente de que el Estado se defina en la Constitución como aconfesional, que no laico, esto debería ser garantía suficiente de respeto y convivencia entre todos los ciudadanos, piensen lo que piensen y crean en lo que crean. No se trata de ser o no creyente, sino de ser demócrata. Y la democracia es, sobre todo, respeto.
Alberto Castillo
Director de Gente en Madrid