Cada vez es más frecuente que nos planteen algunos compañeros de viaje, supuestos amigos y gentes de los equipos propios cuestiones que te ponen al borde del precipicio. Porque el enemigo, o la enemiga, está dentro. Los que se asoman desde la lejanía posicionándose en nuestra propia adversidad son fáciles de combatir. El problema es que a veces algunos se dedican a tomar como prisionero al jefe de la banda o a plantear cuestiones como aquella que cuentan de un sabio en una ciudad griega. El erudito tenía respuestas para todas las preguntas. Un día un jovencito, conversando con su amigo, dijo…
Creo que sé como engañar al sabio. Voy a llevarle un pájaro que sujetaré en la mano y le preguntaré si está vivo o muerto. Si dice que está vivo, lo apretaré y una vez muerto lo dejaré caer al suelo; si dice que está muerto abriré la mano y le dejaré volar.
El joven llegó hasta el sabio y le hizo la pregunta… Sabio, el pájaro que tengo en la mano ¿está vivo o está muerto? El Sabio le miró fijamente y le dijo… Muchacho, la respuesta está en tus manos. Seguro.