Para muchos lo tante es ‘colocarse‘. Otros prefieren ir bien pertrechados de las necesidades básicas para pasar una noche de ensueño. Algunos han tomado el camino de la farmacología al uso que han descubierto de manera casual o planificada el efecto multiplicador de una sustancia química que se vehiculiza mucho más global en el organismo en presencia del alcohol. Pobres, todos los que se suman a esas fiestas buscan sexo, o mejor aún, una visión del sexo en la que está justificada la disfunción o se pueden saltar los pasos sociales de las tradicionales relaciones de pareja. Alcohol y medicamento pueden sumar euforia, desinhibición y éxtasis. Se trata de encontrar la plenitud máxa, el orgasmo, una cierta iluminación mística, la alegría propia de quienes buscan ser psicoactivos en beneficio del bienestar demanda, pasajero pero siempre esplendoroso.
No saben que esa situación provoca un aumento del estado de alerta con insomnio, aumento de la temperatura coral, gran deshidratación, vértigo, en muchos casos aparecen temblores, se producen contracciones mandibulares, aumento de la sudoración, sequedad de boca y en prácticamente todos los casos aumento del ritmo cardiaco con taquicardia, arritmias y ‘subidones’ de tensión arterial.
Se juntan que refuerzan la posible indecisión, para compartir, que el grupo ofrece una manera de comunicarse que establece complicidades, afinidades y falsas confianzas. Ninguno sabe realmente que está allí pero todos juntos convierten la celebración alcohólica con infusión de drogas en su mundo mejor. Es más fácil pensar que la solución está fuera. O en la química. No es así. Seguro.