En la Tierra a viernes, noviembre 22, 2024

Los fármacos con receta quieren ser vistos

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En un mercado publicitario saturado de coches, teléfonos móviles y seguros se cuelan desde hace años los anuncios, conservadores, de medicamentos. Se publicitan sólo los que puedes comprar sin receta pero las farmacéuticas quieren más… Este otoño se la juegan en el Parlamento Europeo, tercera vez en 10 años, para hacerse un hueco más grande.

 

La publicidad de medicamentos con prescripción sólo está permitida, con su buena dosis de críticas, en Estados Unidos y Nueva Zelanda. En Europa, la Directiva 2004/27/CE sobre medicamentos de uso humano, que modifica la de 2001, ha sido traspuesta igual en todos los países comunitarios pero las interpretaciones varían según el Estado. La más restrictiva es la española, sobre todo en lo relativo a la clasificación de medicamentos. En este sentido, desde la ANEFP (Asociación para el Autocuidado de la Salud), su director general, Rafael García, recuerda que los medicamentos no sujetos a prescripción médica pueden publicitarse en todos los medios de comunicación y que ‘no está permitido establecer subcategorías dentro de los sin receta en los que la publicidad se prohíba. Sin embargo, en España las autoridades sanitarias no están actuando en esta línea e insisten en hacer subgrupos dentro de los medicamentos sin receta con publicidad prohibida’.

 

Con esta queja y argumentos renovados, aprendidos de las negativas anteriores, los laboratorios vuelven a mirar a Europa para que les permitan hacer campañas de información directa sobre medicamentos que necesitan receta (ni rastro de la palabra publicidad). Esto es, los laboratorios quieren informar más y mejor al paciente sobre sus productos de prescripción. ¿Información o publicidad? La diferencia puede ser sutil… Por si acaso, en España la ANEFP se ha mostrado contraria a la publicidad en los medios masivos de estos medicamentos. La Sociedad Española de Farmacia Comunitaria (SEFAC) da un paso más y niega el beneficio de esas campañas informativas. Para ellos, sólo los profesionales sanitarios pueden y deben procionar la información que el paciente necesita.

 

Más allá de la utilidad

Si entramos en el terreno de lo etéreo, cabría preguntarse la ética de estos anuncios, publicitarios o informativos. Ante la duda, García defiende la responsabilidad de la industria farmacéutica en sus comunicaciones al público ‘y un dato que acredita esto es que nunca se ha producido una denuncia sobre un anuncio de un medicamento sin receta, algo que sí ha ocurrido con otros productos’. De paso, defiende su utilidad, ‘si ahora se supriera la publicidad de medicamentos se produciría una situación de monopolio, ya que el ciudadano sólo tendría acceso a conocer los productos que ya están en el mercado, pero no los nuevos, que ofrecen mayores posibilidades de tratamiento, al mismo tiempo que pondría en desventaja a los ciudadanos españoles frente a los europeos, ejemplo, ya que ellos sí tendrían acceso a conocer nuevos tratamientos’.

 

La OCU no lo tiene tan claro y rechaza la idea de que de la mayor o mejor información sobre los medicamentos deba provenir de la propia industria, alegando parcialidad y desigualdad en el mercado entre grandes y pequeños.

 

Control

¿Quién controla los anuncios e informaciones de los laboratorios? ¿Son suficientes los órganos existentes? El presidente de la ANEFP es rotundo y defiende la utilidad, y suficiencia, de los tres controles existentes. A saber, la propia industria, ‘prera interesada en ofrecer una información veraz que permita a los  ciudadanos usar de forma correcta los medicamentos’; la asociación para la autorregulación de la comunicación comercial (Autocontrol), ‘que vela que la publicidad de todos los productos, no sólo medicamentos, sea veraz y cumpla con toda la legislación vigente’; y el control previo sanitario del Ministerio de Sanidad, ‘que evalúa todos y cada uno de los anuncios de medicamentos que se emiten en los distintos sotes de comunicación, incluyendo no sólo sus textos y audios, sino también sus ágenes’. Al parecer, en esto de la vigilancia el autocontrol se pone. ¿Tiene algo que decir el consumidor?

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