Me cuentan, que cuando Don José Bono deje de ser Presidente del Congreso será el candidato mejor colocado para ocupar el honorable cargo de Defensor del Pueblo. Me aseguran además, que en el PP, no lo ven ma,l dado los inmejorables resultados que les ha dado otro histórico del socialismo felipero llamado Enrique Múgica, al que Aznar supo sacarle sustancia y fundamento. Ambos, tiene el mismo perfil y llegado el caso, se cree que harían lo mismo, e incluso más, dada la inmensa tendencia que tiene el manchego a envolverse en la bandera de España para explicar, ejemplo, las desafecciones autonómicas. En Catalunya no son muy apreciados sus discursos patrióticos, especialmente entre sus compañeros del PSC, como tampoco se tiene el menor afecto el dirigente vasco, su histórico recurso contra la constitucionalidad del Estatut catalán. Ambos, pertenecen a esa generación de sociatas criados a la sombra del Congreso de Surennes donde la traición a Rodolfo Llopis colocó en la prera línea política a los nuevos dirigentes del PSOE que luego llegarían al poder en España. Para más INRI, el Presidente del Congreso, tiene amistades más que discutibles, como pasa con su común amigo el ex embajador Paco Vázquez, en el sector menos progresista de la Curia vaticana. Un asunto, que un Estado constitucionalmente laico, despierta las naturales dudas entre los españolitos que no se reconocen como católicos. Por si esto fuera un tema menor, al candidato in péctore habría que añadirle su desmesurado interés los negocios que, según sus enemigos, le han hecho acumular un patronio escasamente justificable que ha llenado las páginas de casi todos los diarios. En situaciones como las que les describo, cabe aplicar aquella máxa que Julio Cesar aplicó a su esposa Pompeya para repudiarla: Como la mujer del Cesar, el Defensor del Pueblo no solo ha de ser honrado, sino también parecerlo.
Manuel Fernando González
Editor y Director