En la Tierra a jueves, diciembre 19, 2024

La necesaria evolución del lenguaje

carlosdiazguell2

En un reciente viaje carretera con mi hijo Gonzalo, una emisora de radio cualquiera, dedicaba su espacio al vino y a un caldo recién lanzado al mercado.

 

 

Un supuesto experto desgranaba la consabida letanía sobre las cualidades del tinto y lo cierto es que la prédica consiguió dos cosas tante: que mi hijo y yo enhebráramos una más que larga parrafada sobre nuestros respectivos gustos en vinos –lo cual no siempre resulta fácil y que me permitiera reflexionar sobre el buen y mal uso de las palabras y la necesidad de revisar, de vez en cuando, la fraseología que de tan manoseada llega a perder su sentido originario.

 

Sabido es que la lengua es utilizada con demasiada frecuencia para marcar distancias con el otro o para definir un círculo reducido en el que solo tienen cabida los elegidos y el mundo del vino es esa especie de olpo de los dioses al que solo se puede acceder si tienes la posibilidad de usar un lenguaje que te permita elevarte enca del común de los mortales al que pertenecemos usted y yo.

 

En el caso que nos ocupa, el pretendido experto o miembro de esa selecta casta de profesionales de la que forman parte enólogos, catadores, sumelliers, periodistas, gastrónomos, taxistas y guardias de la ra de todo tipo y condición, arrojó contra la audiencia el calificativo “elegante”, refiriéndose al vino que acababa de salir al mercado, que originó la conversación antes mencionada. Escuchado el término, nos miramos mi hijo y yo y al unísono nos preguntamos a que concepto de elegancia se estaría refiriendo el “enterao”, si a la de una persona madura de corbata y betún como yo o a la de él, que la últa vez que se puso un traje fue hace años con un motivo que no viene al caso. Tenía sentido lo tanto preguntarse para quien podía ser elegante el mentado vino y en que medida el término no solo era excluyente sino equívoco.

 

Llegados a nuestro destino nos lanzamos en pos de un diccionario de la cosa y así pudos comprobar que no solo hay una definición de “elegante” referido a esta bebida, aunque el significado más común hacia referencia a un “vino equilibrado y con delicadas y sugerentes sensaciones en nariz y boca”. Además de equívoco y excluyente, el término era cursi.

 

A partir de ahí, uno no puede menos que enarbolar una bandera en pro de una permanente renovación del leguaje, tanto en este como en otros muchos sectores que copan los medios de comunicación, excluyendo el de la Justicia que no tiene remedio alguno.

 

Porque si “elegante” canta, tanto o más cantan “las frutas del bosque”, “las resinas”, “las maderas nobles” y alcanzan su máxa expresión cuando los “aromas percibidos son los de los frutos rojos como las grosellas, las moras, los cassis etc., flores rojas, tabaco, guinda, violeta además de la trufa y el cuero”. ¡Que asco. Como se puede beber eso!

 

 

Carlos Díaz Güell es editor, profesor de la UCM y consultor de comunicación empresarial

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