Algunos amigos de Madrid me han pedido mi opinión sobre los resultados de la elecciones andaluzas del pasado 25 de marzo. Tal vez que no se explican que un Gobierno casi ahogado en la corrupción y las corruptelas y un Partido que ha hecho del territorio “su cortijo” se hayan salvado a últa hora y los pelos en las urnas. ¿Qué ha pasado aquí?. Las elecciones se plantearon bajo el signo de la corrupción de los ERES, el fondo de reptiles y los abundantes chaves, griñanes y guerreros, y demás ralea, y el Cambio, el gran Cambio histórico. Todo, hacía suponer, y así lo reflejaban las encuestas, que esta vez se iba a poner la cordura y que los andaluces se iban a inclinar el cambio. Y en parte así fue, pero sólo en parte, que entre socialistas y comunistas se llevaron el gato al agua. Llegados a este punto y antes de buscar otras razones me van a permitir que reflexione en voz alta sobre el pueblo andaluz. ¿Cómo es en realidad el andaluz de las cuatro culturas? (sobre este punto les recomiendo que lean el “Tratado de Andalucía” del profesor cordobés Antonio Avilés Ramos, un inmenso estudio centrado en el siglo XIX).
El profesor describe con lujo de detalles el paisaje urbano y el paisaje humano de la región. En el prero analiza lo que es para el andaluz la calle, la casa, el patio, los jardines, las fuentes, las alamedas y las fiestas. En el segundo estudia las figuras del barbero y el sereno, el embustero y el tonto, los taberos, el bandolero, el baratero, el contrabandista, el majo y la maja, el torero, el mindundi, el jugador, el cacique y otras figuras únicas de estas tierras. Especial mención se merecen las versiones de los viajeros románticos que escriben de Andalucía durante el siglo XIX. Por ejemplo R. Ford tacha a los andaluces de “presionables como niños, suspicaces y de practicidad nula, extrañamente holgazanes y apáticos hasta el punto de caer en el abandono de una tierra paradisíaca, con resignación oriental al destino (el sino para ellos), supersticiosos, cobardes, emotivos y fáciles a sentirse ofendidos el prójo”. Washintong Irving, su parte, señala “la ociosidad auroleada de alegría, en la brillante aginación, en la fácil tendencia hacia el mundo de lo irreal y maravilloso y la innata aptitud para la provisación y el canto heredado de los moros. La “vacación continua” es en Andalucía un arte”. (Irving llegó a conocer Andalucía mejor que los andaluces y ahí están sus obras: los “Cuentos de la Alhambra”, “Crónicas de la Conquista de Granada”, y “Crónicas moriscas: leyenda de la conquista de España”). DoréDavillier define al andaluz como “locuaz, hablador y fanfarrón, los mayores charlatanees de España. Eso sí, todo ello aderezado de gracia natural, ingenio y sencillez”. Y el francés Teófilo Gautier señala como defectos básicos el amor a una ociosidad encantadora, el amor a una tranquilidad excesiva que ahoga toda ambición y una resignación ante la adversidad rayana en el suicidio. “Con tres o cuatro perras diariasdice un andaluz puede vivir espléndidamente”. “La pobreza generalizada sigue Ford se complace, como en Oriente en un alento a base de pescado frío que se asa a la parrilla o beber en ingentes cantidades el plato favorito andaluz, el gazpacho, esa sopa infernal y mixtura incluso inapropiada para perros refinados que consideraba Gautier”
También Ortega y Gasset, nuestro Ortega, le dedicó uno de sus mejores ensayos con el título de “Teoría de Andalucía”. Es duro Ortega con Andalucía sobre todo cuando trata de “quincalla” el cante jondo, las castañuelas, los faralaes, las guitarras el taconeo, el contrabandista y la presunta alegría del andaluz, tan alegre que hasta hacen “bailar” a las Vírgenes y a los Santos en las procesiones de Semana Santa (es increíble, aquí hasta los Santos bailan). ¡”Quincallas” del pasado!.
“Cuando veáis el gesto frívolo, casi femenil, del andaluz, tened en cuenta que repercute casi idéntico en muchos miles de años; tanto, que esa tenue gracilidad ha sido invulnerable al embate terrible de las centurias y a la convulsión de las catástrofes. Mirando así, el gestecito del sevillano se convierte en un signo misterioso y tremendo, que pone escalofríos en la médula. Una presión parecida a la que produce la sonrisa enigmática del chino ¡rara coincidencia!, el otro pueblo vetustíso apostado desde siempre en el opuesto extremo del macizo eurasiático”.
Después Ortega se centra en la “holgazanería” como misterio del alma y de la cultura andaluza y escribe: “ La famosa holgazanería andaluza es precisamente la fórmula de su cultura. Como he indicado ya, la cultura no consiste en otra cosa que en hallar una ecuación con que resolvamos el problema de la vida. Pero el problema de la vida se puede plantear de dos maneras distintas . Si vida entendemos una existencia de máxa intensidad, la ecuación nos obligará a aprontar un esfuerzo máxo. Pero reduzcamos previamente el problema vital, aspiremos sólo a una vida mína: entonces, con un míno esfuerzo, obtendremos una ecuación tan perfecta como la del pueblo más hazañoso. Este es el caso del andaluz. Su solución es profunda e ingeniosa. En vez de aumentar el haber, disminuye el debe; en vez de esforzarse para vivir, vive para no esforzarse, hace de la evitación del esfuerzo principio de su existencia”.
Y ahora detengámonos en la corrupción socialista. Porque ese ha sido el gran error del señor Arenas y el Partido Popular: centrar toda la campaña en torno a la corrupción de los ERES, los hijos de Chaves, el fondo de reptiles del tal Guerrero de las drogas o las subvenciones bajo cuerda para los amiguetes. Creyeron que el andaluz censura la corrupción como otros pueblos de España, sin darse cuenta que el andaluz sólo critica la corrupción de boquilla, pues dentro envidia al corrupto si se hace rico. Arenas y los suyos olvidaron que para el andaluz el fin justifica los medios y que sólo tiene valor (“tanto tienes, tanto vales”) el dinero. Puedes ser un Premio Nóbel y ser un don nadie si no eres rico. Puedes ser un golfo, un sinvergüenza o un ladrón, pero si eres rico te aplaudirán y te ensalzarán. Para el andaluz ser un cacique no es un delito, el delito es no ser él mismo el cacique. No odia al cacique ir montado a caballo a vigilar a sus jornaleros, lo envidia no ser él el que vaya a caballo. No odia al terrateniente sus muchas tierras, sino no ser él el terrateniente.
Ese ha sido el gran error de los Populares, el no conocer a fondo el alma de este andaluz que sólo valora el dinero y que está convencido de que “el que roba a un ladrón tiene 100 años de perdón”, el que roba al Estado no es un delincuente, si no un pillo y casi un héroe. En la Andalucía de hoy el que no tenga grandes y rumbosas casas en la ciudad; chalets con piscinas y extensos jardines en las sierras; chalets en las costas con playas propias y yates para pasear a los amigos; cuadras de caballos y carrozas para las ferias y lujosos coches y motos sofisticadas y cuentas corrientes abultadas en los bancos no es NADIE o mejor todavía es un DON NADIE. Y eso sí que lo han entendido bien los socialistas y comunistas. Hoy hay mucha gente de Izquierdas que tienen ya mejores casas y mejores coches que los de las Derechas. En la mayoría de los pueblos andaluces se ha producido en los 30 años que lleva el PSOE en el Poder el cambio de la tortilla: los ricos de ayer son los pobres de hoy y viceversa. Los ricos venden sus tierras y los pobres compran esas tierras. El PER, las peonadas y las subvenciones han cambiado la faz de Andalucía. (Aquí sí que vale aquello de Alfonso Guerra: “Dentro de unos años a Andalucía no la conocerá ni la madre que la parió”). De ahí que la consigna de la últa campaña electoral fuera la del miedo, pues supieron llevar muy bien al áno de los votantes que “más vale lo malo conocido que lo bueno conocer”. Arenas y los suyos se olvidaron de aquello que dejó escrito “Azorín” en “Los Pueblos”: “El obrero andaluz sólo tiene dos ideas en sus genes, 1) El amo es el enemigo y 2) Las leyes se hacen para los ricos.
Para el andaluz lo demás no ta. Da igual ser de Izquierdas que ser de Derechas (ojo, si el señorito es de derechas el jornalero tiene que ser de izquierdas, pero si el señorito fuese de izquierdas ellos serían de derechas). Lo que ta, como se dice en la calle, es el bolsillo. Critican y persiguen al Señorito cuando en el fondo lo que ambicionan es ser ellos mismos los Señoritos. Por ello no les ta que se suban los puestos, lo que les ta es que se persiga a los ricos y se lo quiten todo. Y no les habléis con palabras de futuro, aquí las promesas no cuelan, aquí si se quieren ganar unas elecciones hay que venir repartiendo dádivas y mercedes (¡Qué no puestos de trabajo!). Tampoco han entendido a los jóvenes, a esos jóvenes de hoy (los más, que los menos se van lejos) que sólo les preocupa “vivir la vida” a lo grande, a lo golfo (¡el botellón!), eso sí a costa de los padres y con un techo seguro. Los Populares les ofrecen grandes ayudas para emprender nuevas empresas y ellos responden con cierto “cachondeillo”: ¡¡Qué emprendan ellos!!. Normal: ¿qué van a pensar unos jóvenes que ven cómo sus Autoridades se gastan en una “Noche Blanca del Flamenco” (sólo una noche) 600.000 euros?.
Señor Arenas y señores del PP, si ustedes no entienden al andaluz de hoy, tengan seguro que no sólo habrán perdido estas elecciones, sino que no ganarán nunca en las urnas. Y todo esto lo digo como cordobés de naciento, como andaluz de corazón, pero también como estudioso del alma y la cultura andaluza de todos los tiempos. La autocrítica a veces es buena.
AVERROES