En la Tierra a martes, noviembre 5, 2024

Hay que mantener lo que tenemos como sea

Empiezan a conocerse algunos datos preocupantes sobre el devenir de la sociedad española. Ya tenemos uno de los hombres más ricos entre los cinco preros del mundo (Amancio Ortega) frente a más del 20% de la población que se encuentra debajo del umbral de la pobreza. Y el banco suizo Credit Suisse pronostica que en 2017 el número de millonarios en España se habrá duplicado.

 

Además del sufriento de los parados, de los recortes de sueldos de funcionarios y civiles, de las penurias de esta crisis, la gran preocupación es que España y el conjunto de Europa desmonte su Estado del Bienestar para competir con los emergentes, principalmente China, India o Brasil. Una visión del Estado del Bienestar muy amplia que se fundamenta en una amplísa clase media.

 

Los años que llevo siguiendo la actualidad de la economía me han enseñado a no comulgar con ninguna verdad absoluta y ponerlo todo en cuarentena. Ahora se nos exige trabajar como chinos (dormir todos prácticamente debajo del mostrador del colmado) pero hace bien poco íbamos enloquecidos hacia la sociedad del ocio en el que el problema era saber cómo ocupar el tiempo. Los dogmas económicos que muchos vociferan a pie juntillas deben pasar obligatoriamente el tamiz del sentido común.

 

Sin necesidad de barniz ideológico, de apuntarse a una u otra escuela de pensamiento ni a ningún partido político, no me creo que sea necesario volver a las penurias del Siglo XIX para mantenernos a flote. A Europa le ha ido muy bien con eso de repartir la riqueza, que los ricos pagasen más y que los pobres se beneficiasen de esos puestos. Los modelos selváticos, darwinistas conseguos vencerlos y no vamos ahora a desandar ese camino tan duramente avanzado, incluso en etapas no democráticas de esta sociedad.

 

El modelo económico, la búsqueda del equilibrio, de la compensación, del reparto está más vigente que nunca y beneficia a todos: productores, trabajadores, consumidores… No es necesario copiar nada de Asia ni de Latinoamérica que sería lo mismo que itar la vehemencia religiosa de otras culturas a las que llevamos algunos siglos de adelanto.

 

No nos dejemos engañar los que ven prescindible un vuelco en la sociedad que nos lleve de nuevo a las cavernas de las que tuvieron que sacarnos nuestros antepasados. Aquí, a mi entender, no hay un problema de modelo, sino un problema de abuso. Un abuso que han cometido políticos, sindicatos, empresarios y trabajadores.

 

Los políticos, muchos de ellos enriqueciéndose a sí mismos o a la parroquia, o inaugurando obras faraónicas para asegurarse la poltrona. Los sindicatos sirviendo a partidos y no a trabajadores sin cuestionar las elevadas subvenciones que les permiten vivir a pierna suelta, incluidos los liberados. Los empresarios, muchos de ellos solo buscando el pelotazo rápido, arriesgando lo menos posible comprando la prebenda y apretando al máxo su mayor activo: el trabajador. Y, últo, los trabajadores incumpliendo con sus obligaciones.

 

Estoy seguro que si no hubiera abusos de ninguna de las partes, el modelo sería perfectamente viable. Merece la pena. Tenemos mucho que perder.

 

Luis Aparicio Pérez, Director de Contenidos de INVERTIA / www.invertia.com

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