La vacuna conjugada trecevalente se presenta como una nueva estrategia mejorada para la prevención de la enfermedad neumocócica y a posibles complicaciones. Esta es una de las principales conclusiones de la mesa redonda ‘Más allá del tratamiento reumatológico: prevención de la enfermedad reumatológica’, celebrada en el marco del 39º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Reumatología (SER), que se desarrolla estos días en Tenerife.
Los pacientes reumáticos presentan, en líneas generales, una tasa elevada de procesos infecciosos asociados a las propias enfermedades reumáticas o a sus tratamientos. De hecho, un estudio reciente ha demostrado que los pacientes con diferentes enfermedades autoinmunes tienen un exceso de riesgo de padecer enfermedad neumocócica. Este riesgo es especialmente elevado en el caso de la esclerodermia y el lupus eritematoso sistémico, y el menor medida en el síndrome de Sjögren o la artritis reumatoide, entre otras.
La doctora Esther Toledano, reumatóloga del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, afirma que, ‘la presencia de una comorbilidad como la inmunosupresión relativa a la enfermedad y al tratamiento inmunosupresor aumenta el riesgo de enfermedad neumocócica invasiva y su letalidad. Por ello, vacunarse frente al neumococo es clave para este tipo de pacientes. Derivado del exceso de riesgo de enfermedad neumocócica en los pacientes reumáticos, la no vacunación expone al paciente a la infección neumocócica en todas sus formas y a las consecuencias derivadas de esta, como el ingreso hospitalario y, en casos graves, en unidades de cuidados intensivos’, advierte.
Y es que el neumococo provoca enfermedades invasivas y potencialmente mortales, como la meningitis, la neumonía bacteriémica, la bacteriemia sin foco y la sepsis, además de otras infecciones no invasivas, como la neumonía no bacteriémica, la otitis media aguda o la sinusitis. La enfermedad neumocócica invasiva (ENI) es la manifestación más grave de infección esta bacteria y constituye un tante problema de salud pública debido a su alta morbilidad y mortalidad, especialmente a partir de los 50 años de edad y en pacientes con enfermedades crónicas o inmunodepresión.
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