En la Tierra a lunes, diciembre 23, 2024

El “baby led weaning” podría contribuir a la prevención de la obesidad infantil

¿Cuándo deben introducirse alimentos en la dieta de un bebé?; ¿puede un bebé comer solo?; ¿qué es el Baby Led Weaning? Los pediatras de Atención Primaria (AP) a menudo dan respuesta, a estas y otras preguntas, en sus consultas diarias. Durante el trascurso del 13 Curso de Actualización en Pediatría de Atención Primaria, organizado por la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap), los pediatras de Atención Primaria (AP), han recordado que, durante el primer año de vida, la aportación de nutrientes es fundamental para el crecimiento óptimo del bebé.

La lactancia materna (LM) y la alimentación complementaria (AC) son eficaces para promover la salud, el crecimiento y el desarrollo infantil. Partiendo de esta base, la Dra. Ana Martínez Rubio, pediatra de la AEPap, subraya que “después de los seis meses, ni la leche materna ni la de fórmula, son suficientes para satisfacer los requerimientos nutricionales del niño y que se deben administrar aportes suplementarios de otros alimentos”.

La leche materna es el alimento ideal para el lactante en los seis primeros meses y, acompañada de una alimentación complementaria (AC) adecuada, hasta al menos los 2 años de edad, “el momento oportuno para la introducción de la AC debería estar guiado, tanto por las necesidades nutricionales como por la madurez neurológica y por el interés que muestre el niño por los alimentos”, detalla la experta. Además, la Dra. Martínez Rubio añade que “entre los 6 y 8 meses, la aportación de energía procedente de la AC debería ser 1/5 del total y entre los 9 y los 11 meses ascender a la mitad. El resto debe ser cubierto por la leche”.

En los últimos años, ha surgido un método alternativo a la cuchara. Se trata del Baby Led Weaning (BLW), que consiste en una alimentación complementaria guiada por el propio bebé, que permite que el lactante manipule los alimentos con sus manos y se los lleve a la boca. “El objetivo es basar la introducción de la alimentación complementaria en el desarrollo fisiológico de los bebés durante el primer año de vida”, explica la doctora.

Los pediatras de AP aseguran que “este método no debería iniciarse antes del sexto mes y que puede introducirse siempre que el lactante haya adquirido ciertas competencias motoras y cognitivas”. Uno de los objetivos del BLW es conseguir que la alimentación sea a demanda de las necesidades del niño. Así, aclara la especialista, “el bebé puede mostrar hambre y saciedad con gestos, evitando forzarle a comer”.

A través del BLW, el niño adquiere un rol más activo, favoreciendo que pueda regular las cantidades de alimento que ingiere, y desarrolle sensaciones de saciedad, ayudando, incluso, a prevenir el desarrollo de la obesidad. Además, el BLW puede fomentar una mayor aceptación de los alimentos normales de la familia con una variedad de texturas y sabores y conseguir un mayor consumo de alimentos más sanos y es fundamental para promover hábitos de alimentación saludables en edades tempranas, así como para fomentar el desarrollo psicomotor del niño.

Por último los pediatras de AEPap, recuerdan que “la educación por parte de los progenitores en todo lo relacionado con la alimentación y nutrición de los niños, es fundamental”. Y destacan la importancia de que los padres sean un modelo de hábitos dietéticos saludables para sus hijos.

“La AC con cuchara puede ser necesaria en algunos niños. Es importante que los padres conozcan qué alimentos son más adecuados para empezar (blandos, que se puedan manipular con la mano y ser aplastados por la lengua contra el paladar), cuáles tienen mayor contenido en hierro y cuáles deben evitar por el riesgo de atragantamiento (frutos secos, zanahoria cruda, frutos con hueso o semillas).

En España, entre un 5 y un 7% de niños menores de tres años y alrededor de 1,5% de la población general sufre alergia a algún alimento. El huevo, la leche de vaca, el pescado, las legumbres y los frutos secos son los alimentos que presentan más casos de alergias. La alergia no es estática y se puede producir tolerancia o sensibilización al alimento con el tiempo, además una persona puede ser alérgica a uno o más alimentos. Para evitar reacciones alérgicas es fundamental leer el etiquetado de los alimentos y conocer su origen, modo de conservación, los ingredientes y nutrientes. “De ahí la importancia de una regulación que nos ayude a comprender de forma sencilla y clara toda la información relativa a los alimentos que consumimos”, apunta la Dra. Esther Ruíz-Chércoles, pediatra de la AEPap. “Y además, es importante que esta regulación obligue a los productores a cumplir unos requisitos de etiquetado y ofrecer toda la información necesaria al consumidor”, comenta.

El etiquetado nutricional debe garantizar que los alérgenos estén indicados con la referencia clara al nombre del ingrediente alergénico que figura en el reglamento de información al consumidor. “Por ejemplo, “tofu” debe aparecer como soja o pasta de tahine como sésamo. Si hay varios ingredientes o coadyuvantes en el alimento que proceden de un único alérgeno, entonces el etiquetado tiene que destacar claramente cada ingrediente o coadyuvante afectado. Por ejemplo: leche desnatada en polvo, suero de leche…”, indica la experta.

A pesar de que los consumidores pueden presentar sensibilidad a otros productos, la normativa sólo exige destacar 14 alérgenos en la lista de ingredientes de la etiqueta: cereales con gluten, crustáceos, huevos, pescado, cacahuetes, soja, leche, frutos con cáscara, apio, mostaza, sésamo, dióxido de azufre y sulfitos, altramuces y moluscos.

Por otro lado, la Dra. Ruiz-Chércoles comenta que “una alimentación equilibrada debe contener entre el 50 y el 60% del total de las calorías en forma de hidratos de carbono. Para una dieta sana, la ingesta de azúcar no debe superar más de 90-120 g los adultos y 85 g los niños en total al día”. Además, los expertos recuerdan que hay que moderar el consumo del azúcar de mesa y de los alimentos dulces.

Para los pediatras es importante que la población aprenda a diferenciar la información objetiva nutricional de lo que es publicidad dentro de un anuncio. La información nutricional de un alimento se refiere a su valor energético y determinados nutrientes: grasas, grasas saturadas, hidratos de carbono, azúcares, proteínas y sal. “Para poder decir que un producto es de bajo valor energético no puede tener más de 40 Kcal/100 g en sólido, o más de 20 Kcal/100 ml, si es líquido”, detalla la especialista.

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