Somos lo que pensamos, lo que comemos, lo que decimos acerca de nosotros mismos y de los demás. Nuestros pensamientos determinan nuestro comportamiento que hace que formemos una serie de hábitos y forjan un carácter, una personalidad y hasta un estilo propio. Tendemos y hasta necesitamos encasillarnos en perfiles concretos ya establecidos, creando o asumiendo un personaje que en ocasiones dista mucho de lo que realmente somos como personas.
Mírate en un espejo, hazlo con detenimiento, obsérvate despacio, sin juicio, desde el amor a ti mismo/a y después te propongo que escribas en una hoja o cuaderno cómo te ves. ¿Estás cómodo/a con lo que ves, con lo que reflejas? ¿Sientes que hay coherencia, equilibrio, verdad en lo que emites, o por el contrario te cuesta identificarte con tu propia imagen? Es aquí dónde podemos empezar a tirar del hilo para hacer un trabajo personal muy poderoso que nos puede conducir a descubrir quiénes somos realmente y a mostrar esa imagen de manera natural, orgánica, fluida, libre.
¿Cuántas máscaras tenemos en nuestro fondo de armario? ¿Cuáles son aquellas que más usamos? ¿Qué nos aportan o benefician esas máscaras, si es que nos sirven para algo? ¿De qué manera nos limitan y nos boicotean? Podemos hacernos éstas y muchas preguntas más para ir descubriendo nuestra esencia, nuestra identidad, nuestro ser, nuestro “yo”. ¿Llevamos trajes o es el traje el que nos lleva a nosotros? ¿Cómo nos sentimos cuando nos ponemos una ropa concreta? ¿Cuáles son los colores, los tonos con los que conectamos, nos favorecen y nos sentimos más cómodos, más nosotros mismos?
No es solamente una cuestión de estética, que es importante, pero es una cuestión de descubrir nuestro verdadero yo. Si nos cuesta vernos a nosotros mismos y responder a todas estas preguntas, nos puede ayudar preguntar a los demás cómo nos ven, qué ven realmente cuando nos miran, cuándo conversamos con ellos/as. Esto nos puede arrojar mucha luz para empezar a ver cosas que quizás no sabíamos o conocíamos de nosotros mismos/as.
Al final es un recorrido, un itinerario que nos puede llevar toda la vida, y esto no tiene por qué ser considerado como algo frustrante sino como una aventura, un viaje hacia nosotros mismos/as. Un buen ejercicio es desnudarse no sólo de ropa, sino de todo tipo de máscaras y complementos partiendo de cero (que nunca es cero), construir y dejar emerger lo que somos, lo que hay en nuestro interior para después saber vestir esa esencia y ese cuerpo. El acto del auto-amor y la aceptación puede ser la estación inicial para descubrir nuestro reflejo, y me atrevería a decir que la luz a la que nos expongamos es también muy importante para producir un reflejo real y sincero.
Seguiremos Informando…