La propaganda que pedía el voto en las urnas este 26J fue cuanto menos particular. La estrategia más llamativa –aunque no la más fructífera- se vio reflejada en la carta de Esperanza que enviaba Podemos, en lugar de la habitual carta del secretario general en primera persona que suele mandar el resto de partidos. Esperanza es una chica –ficticia- que le escribe a sus padres desde Londres para decirles que, pese a formar parte de la generación más preparada de la historia, se siente preparada para todo “menos para echarles tanto de menos” “quiero volver a España y quiero que puedan regresar muchos de los jóvenes con los que me he cruzado por Europa”.
La emotiva carta continuaba diciendo que “habrá miles de cartas más de otros jóvenes que, como yo, representan a una generación que hizo siempre todo lo que se le pidió y que ahora, por primera vez, quiere asumir responsabilidades con su país”. Eso era todo, ninguna medida que presentar en los hogares de los españoles, solo un concepto. La estrategia y la estética estaban medidas y cuidadas incluso en los sobres que se enviaban y que contaban con el mejor diseño de todos. Aunque nada de esto ha servido para posicionarse como el partido líder de la izquierda.
Ciudadanos prescindía también de la tradicional carta electoral y enviaba una octavilla en papel cuché con una foto retocada hasta el extremo de Albert Rivera y una frase suya, sin demasiado contenido: “el futuro no está escrito. España será lo que queramos los españoles”, algo bastante obvio, cualquier país es el resultado de lo que deciden los habitantes que lo habitan y ninguno tiene el futuro escrito. Sin embargo, tras la cita vacía, añadía cinco frases, con cinco medidas para animar el voto, que iban desde el recurrente “bajar los impuestos” y “educación de calidad”, hasta un contundente “acabar con los aforamientos y que los corruptos devuelvan hasta el último euro que han robado”. A cada frase le añadían un “es posible” a modo de amén en sus escuetas propuestas.
El Partido Socialista, cuyo cambio más relevante fue sustituir las rosas por margaritas y amapolas, en su carta para pedir el voto, hablaba de cambio,-algo que no le daba ningún valor añadido a su estrategia, ya que era el slogan de muchos de los partidos-. Pedía el sí para una serie de medidas que la sociedad les reprocha no haber puesto en marcha cuando tuvieron oportunidad y que les han llevado al peor resultado de su historia, una vez más, con el ascenso del PP incluso en Andalucía y Extremadura, tradicionales feudos de los de la rosa.
El Partido Popular fue el más sobrio de todos en cuanto a la propaganda que envió a los hogares españoles. Se coló con su logo en el sobre, lejos de la foto a todo color que enviaban los naranjas, el degradado de puntos que adornaba el sobre de Podemos o el slogan del sí que ilustraba a Psoe. Un logo del PP y un “A favor” con la cara de Mariano Rajoy en los márgenes. Eso era todo. Rajoy pedía un “nuevo esfuerzo”, no un último esfuerzo, sino “uno nuevo”. Recordaba a la sociedad que “no votar no es decir que estás en desacuerdo. Es no decir nada”. Además de la sobriedad acompañaban su carta con 12 medidas, en último lugar se encontraba la lucha contra la corrupción, que no situaban como algo prioritario.
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