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¿Me identifico con la etiqueta de súper-woman? ¿Para qué serlo? ¿Qué peligro aparece si me planteo dejar este status? ¿Qué está en juego? ¿Qué imagen necesito sostener de mi misma? Si respondemos desde nuestro ego, probablemente éste tiene buenas razones para considerar que son preguntas absurdas con respuestas obvias. Sin embargo, si vamos más al fondo y somos muy honestas con nosotras mismas, tal vez las respuestas no son tan sencillas ni tan lógicas… Empiezan a aparecer contradicciones y miedo.
Vivimos en un mundo donde los roles femenino y masculino se dice que se encuentran en una segunda generación. En la primera, la mujer era el ‘yin’ (energía femenina) y el hombre el ‘yang’ (energía masculina), con una clara división de roles donde la ella se ocupaba de la casa y los hijos, amorosa y comprensiva, y él del dinero y los negocios, pragmático y orientado a objetivos, fuerte y triunfador. Pero en la segunda generación, más bien el hombre es el ‘yin’ y la mujer ha adoptado fuertemente las características de la energía ‘yang’, convirtiéndose muchas veces en lo que se ha dado en llamar la “súper-woman” que necesita triunfar, no solo en los negocios sino también como madre-amiga-esposa en un mundo competitivo y excesivamente orientado a objetivos.
Podríamos pensar que eso es completitud. Mujeres plenas de autoconfianza, autoestima y autoafirmación, independientes, fuertes, seguras y triunfadoras. Pero… Si se vive con stress, con autoexigencia, con culpa, con prepotencia, competitivamente, sin armonía entre las distintas áreas de la vida, sin apenas permitirse disfrutar, relajarse, reír, ser vulnerable y amar … tal vez, esa “súper-woman” es más bien el síntoma de una herida por sanar, tapada por la imagen que se necesita sostener para sentirse útil, amada, valorada. Ya no hay plenitud y bienestar, sino sufrimiento y desgaste.
La clave está en la llamada tercera generación, donde lo relevante se da en la integración del yin y el yang con ambas energías armonizadas desde el interior. A esta armonización la llamamos sabiduría y es la clave de la felicidad y la plenitud porque tiene que ver con la completitud real de todo aquello que somos. Para ello hay que trascender nuestro ego, que es nuestra falsa identidad y amarnos para volver a entrar en contacto con nuestra esencia, que es nuestro potencial. Es un trabajo de uno mismo hacia sí mismo, para reencontrar su naturaleza y restaurar una relación plena y positiva consigo mismo. Integrar el ser más allá de lo que viene marcado históricamente, transgeneracionalmente. Un recrearse como propia obra de arte.
El camino de retorno a la esencia es un camino hacia la sabiduría. Es un camino de amor, a uno mismo y a la vida. Un camino sin miedo. Un camino de agradecimiento. Un camino de humildad y de confianza. Un camino hacia la autenticidad, la esencia, la totalidad. Un camino hacia la claridad y la luz. Es el despertar. Entonces nuestra energía ‘yin’ y ‘yang’ se armonizan para generar un espacio de consciencia superior desde donde tomar decisiones más sabias y fluir con la vida sin pelearse con ella ni con nosotras mismas, vivir sin estrés, liderando con inteligencia emocional, creando relaciones más conscientes y sanas con nosotros mismos y con nuestro entorno.
Seguiremos Informando…