De Alejandro Betancourt se dicen muchas cosas: que se prodiga lo justo -tirando a poco- en los medios de comunicación y tan sólo en aquellos que se han rendido a sus encantos; que se hizo con el control de Hawkers, la marca de gafas que ha potenciado en España, de forma un tanto extraña; o que su fortuna -que algunos enmarcan dentro de una presunta estafa en ventas de plantas energéticas al Estado venezolano- engrasa los mecanismos de la oposición de Juan Guaidó y de los ricos recién llegados de Caracas. Y es que con respeto al ‘Bolichico’ Betancourt -como se bautizó a los jóvenes empresarios venezolanos que hicieron fortuna durante el chavismo- hay escasas certezas: su innegable potencial económico y empresarial, su moverse en el filo de la navaja y su capacidad para concitar amistades y enemistades de lo más diverso. Que pregunten a los Albertos.
Sólo Betancourt, hoy en día, es capaz de ser odiado por chavistas y antichavistas. Es famoso ese video en que es increpado en un aeropuerto por su responsabilidad en la miseria energética de Venezuela. Pero tal vez es menos conocido que los medios del chavismo ‘puro’ le ponen de vuelta y media como financiador de Juan Guaidó, que lo es.
Ya es llamativo que el ‘Bolichico’ Betancourt haya podido hacer fortuna con contratos al Estado venezolano, en manos del chavismo desde finales de los 90, y al mismo tiempo haya agasajado en sus dominios españoles al abogado de Donald Trump, Rudolph Giuliani, republicano del ala dura y asesor legal de un presidente estadounidense que, según parece, llegó a barajar una operación militar contra Venezuela. Y es que lo de Betancourt es, como reza el dicho, ‘not personal, just bussiness’.
El ’bussiness’ le ha llevado a ser un hombre ecléctico en sus relaciones. En su círculo de confianza se dan cita gentes de todo tipo y condición, incluyendo algunos que salieron como él, de mala manera. El presunto empresario chavista no ha dudado en pescar en aguas conservadoras, y viceversa, para sus intereses. La polémica le acompaña y también la vigilancia estrecha de organismos públicos y privados. Como de grupos de periodistas e intereses ligados a los medios de comunicación.
Dicen quienes le conocen que su fortuna es casi incalculable y que cada día saca mínimo dos petroleros de Venezuela. También que se mueve en asuntos de cierta turbiedad, de esos que se manejan en investigaciones judiciales y que dan munición a periodistas como Maibor Petit. Algo sí está claro: Betancourt es uno de esos personajes que se merecen luz y taquígrafos. Con ello vamos.
Continuará.
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