“Segundas partes nunca fueron buenas”. Una frase tan cinéfila como incierta. El regreso del Grand Prix a TVE ha desterrado todas las dudas de los escépticos y los negativos presagios de quienes auguraban un fracaso estrepitoso del programa.
No obstante, la nostalgia del formato sumada a la frescura de su regreso está dando sus frutos. Ramón García ha conseguido revivir un formato que ya parecía extinto junto a Cristinini y Michelle Calvó, dos copresentadoras con las que se buscaba atraer al público más joven.
Los datos no mienten. El Grand Prix promedia un 23,9% de cuota de pantalla tras siete entregas emitidas. Un dato totalmente atípico en verano, cuando el consumo televisivo cae en picado. Pese a ello, el concurso “del abuelo y del niño” ha reunido a una media de 2.181.000 espectadores cada lunes.
Su liderazgo es incuestionable, pero no por ello menos sorprendente. En una época en la que muchos relegan la televisión a un segundo plano, TVE ha logrado convencer a la audiencia con un formato que nació en 1995. 18 años después, la cadena pública se lanzaba a recuperarlo tras muchos rumores sobre su regreso. Y la jugada, de momento, le está saliendo a pedir de boca.
La audiencia es soberana
La vuelta del Grand Prix ha entusiasmado a la audiencia. Los nostálgicos que crecieron junto al programa se han reenganchado a esta nueva era. También lo han hecho los más pequeños de la casa, pues una buena parte de la audiencia del Grand Prix es joven, pues un 41,3% de los niños de 4 a 12 años que vieron la televisión durante los tres últimos lunes por la noche estaban viéndolo. Por otro lado, la cuota de jóvenes de 13 y 24 años fue del 31,8%.
Datos que resultan especialmente llamativos si tenemos en cuenta que estos grupos de edad son los que menor consumo de televisión hacen, optando por otras opciones audiovisuales como las plataformas OTT’s. No obstante, la vuelta del programa conectó directamente con ellos, pues fueron precisamente estos quienes vivieron los mejores años del concurso cuando eran niños.
Más de 25 años después de su estreno, la esencia del Grand Prix sigue estando presente. La fórmula del éxito incluye ingredientes tan reconocibles como entretenimiento, humor y un toque de magia difícil de definir, pero que conecta directamente con la niñez.
A los elementos tradicionales hay que sumar la aparición de otros nuevos como la irrupción de Wilbur, un dinosaurio que hace las veces de mascota y la vaquilla, símbolo de la nueva era. También cabe destacar la inclusión de nuevas pruebas y la actualización de elementos que combinan artesanía televisiva con la tecnología de nuestros días.
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