A raíz del afloramiento del llamado ‘Caso Riaño’, se han producido fenómenos pintorescos. Por ejemplo, el silencio de buena parte de la izquierda mediática al respecto. Los que hasta unos días antes hablaban de “caspa y machismo” se han quedado mudos. Salvo para amenazar y abroncar.
La denuncia y posterior desaparición del periodista Peio Riaño, uno de los principales exponentes de la cultura de la cancelación, ha puesto nervioso al director del último medio que le acogió, ‘ElDiario.es’, de Ignacio Escolar. El asunto, que comenzó con la acusación de una periodista de ‘Público’ en su etapa como diario impreso, le acabó explotando a Escolar, que, según el burofax remitido a la redacción de PRNoticias la semana pasada, habría cortado la colaboración con el periodista señalado.
Esta situación, en la que uno de los primeros ‘Me Too’ del periodismo español detona en el ala izquierda del oficio, ha producido un notable silencio en el mismo. Sin embargo, y según parece, ha habido conversaciones en la sombra. Lo ha relatado el periodista de ‘Vozpopuli’, el digital de Jesús Cacho, Víctor Lenore en una columna al respecto:
“El miércoles por la mañana hablé con la escritora Lucía Etxebarría para preguntarle por un mensaje que había compartido en redes, al hilo del caso Riaño. Denunciaba las actitudes abusivas de un hombre a quien apodaba Juntaletras, que muchos de sus lectores confundieron con Manuel Jabois y también con Ignacio Escolar (aunque ninguno encajaba con los rasgos del personaje descrito). Encontré a Etxebarría llorosa porque acaba de recibir varias llamadas y mensajes de Escolar pidiendo explicaciones por el texto. El director de los medios que más han hecho bandera de la cultura de la cancelación, acogiendo a verdaderos profesionales de hundir reputaciones ajenas como Riaño o Barbijaputa, protestaba por un tuit donde no aparecía su nombre y cuyo acusado no encajaba en su perfil (el texto de Etxebarría hablaba de alguien con dos hijos de la misma mujer, que no es el caso de Escolar). ¿Es legítimo quejarse por un amago de #MeToo, tan habitual en los medios donde participa? Los periodistas deberíamos tratar las reputaciones ajenas como nos gustaría que se tratase la nuestra”.
La amenaza del burofax
En esta polémica silente del ‘Caso Riaño’, efectivamente, hay quienes se han puesto muy nerviosos. Es comprensible, especialmente cuando se hace bandera del feminismo y se cuenta hasta con una redactora jefe de Género, que desde el inicio de la polémica del gañán Luis Rubiales, ha dedicado más de media docena de artículos al machismo del presidente de la Real Federación Española de Fútbol y ninguno a la denuncia de una compañera de profesión. El presunto lobo estaba en casa y se le expulsó, pero en silencio y por la puerta de atrás.
A tanto ha llegado el nerviosismo, que hay quienes han percibido acusaciones donde en realidad sólo había datos y preguntas. Confusión de géneros por parte de algunos que salieron desde sus mullidos salones a redacciones gracias a un dedazo, tal vez. Y llamativas puestas a punto del ventilador de los malos olores hacia otros que albergaron al señalado Riaño, que pasó por varias redacciones en las que no dejó ningún buen recuerdo. Pero hay un dato contundente, cierto y único: donde firmaba en el momento de la denuncia de Sara Brito era en ‘ElDiario.es’.
Es un hecho, lo diga Agamenón, su porquero o un burofax de Gonzalo Boye, el abogado imputado de Puigdemont y del ‘narco’ Sito Miñanco. Los mismos que le tiran la foto del ‘narco’ Marcial Dorado a Feijóo no tienen problema en codearse con un sujeto como Boye. Dice mucho lo de Boye, entre líneas, y es ver cómo los mismos que condenan a diario a la cancelación recuperan a quienes les interesan. Boye, aquel sujeto que fue condenado por el secuestro del empresario Emiliano Revilla por cuenta de la banda terrorista ETA, es el abogado de Escolar. También es un hecho.
Lo que queda en el tintero
Cada uno hace de su capa un sayo. Pero cuando ese sayo se teje con una supuesta superioridad moral y unos valores que le sitúan a uno por encima de los demás, lo mínimo que se exige es coherencia. Y, desde luego, en el caso que nos ocupa la coherencia brilla por su ausencia. “La caspa y el machismo que aún acompañan a esta España feminista y avanzada”, aseguraba Escolar el pasado 22 de agosto en la Cadena SER, donde uno de sus colaboradores, el humorista Manuel Burque, también ha sido puesto en la picota de acusaciones similares a las de Riaño. El problema es que buena parte de esa caspa y ese machismo se camuflaban -¿se camuflan?- bajo la piel del feminismo avanzado.
Mientras, un silencio tétrico recorre las redacciones de los medios de izquierda, el viejo topo continúa su camino. Porque todavía hay mucho que contar. Las comisarias escasamente feministas del director de cierto gratuito, hoy convertidas a la sororidad; el negocio de los CMS del hermanísimo con los medios ‘de derechas’; la renovación de la web de un periódico conservador con los ‘mongolos’ de por medio; los negocietes del patriarca con la derechísima Junta de Castilla y León; el apoyo del Ibex 35 a los que albergan al podemismo rampante; las cenas a lo Preysler por la noche en la casa de un empresario de la sanidad privada, mientras por la mañana se corea lo de la sanidad pública; o lo del abuelo, que esa es otra.
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