Dentro de una sociedad totalmente globalizada, la comunicación se ha convertido en una pieza fundamental que genera gran impacto en la vida cotidiana de las personas. Y es que, actualmente se trata de una acción básica para el intercambio de información, las relaciones interpersonales, para transmitir cultura y valores, y también se puede utilizar para persuadir e influir en el pensamiento de la sociedad.
En este sentido, cabe recordar que en España tenemos una democracia relativamente joven y por tanto, la corriente británica de la transparencia como elemento fundamental de la deliberación pública no ha sido algo que se haya desarrollado de manera natural. Siempre ha habido una aspiración, pero no una cultura de la transparencia. En 2013 fuimos una de las últimas jurisdicciones en Europa en desarrollar una Ley de Transparencia y la presidenta del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno, que se encarga de impulsar la transparencia en las instituciones públicas. Sin embargo, esta murió en 2018 y todavía no ha habido un reemplazo, no parece que haya siquiera un interés en lo público por promover la transparencia.
Por este motivo, las agencias de comunicación y consultoras se han convertido a nivel institucional y privado, en un nicho fundamental para garantizar la transparencia y, por tanto, la buena reputación y los buenos resultados de las compañías con el fin último de satisfacer las necesidades de sus clientes sin olvidar el entorno social y manteniendo, siempre, un entorno de trabajo seguro y confortable.
En cuanto a su trabajo diario, en el sector privado hay que diferenciar entre las empresas cotizadas y no cotizadas. Precisamente las instituciones que más están impulsando y buscando la transparencia se encuentran, sobre todo a partir de la crisis de 2008, los mercados financieros. Mientras que, en el sector de los medios de comunicación del que dependen muchas compañías las empresas más transparentes son las cotizadas.
Ahora bien, en la base de los principios de veracidad e imparcialidad de la comunicación se encuentra la confianza, y es aquí donde entra uno de las grandes pandemias de la información, las noticias falsas, las cuales pueden perjudicar a la sociedad y al sector público y privado atacando directamente a sus valores. En un mundo donde la información fluye constantemente, la ética periodística y la responsabilidad social de las compañías en la comunicación se vuelven dos factores esenciales cuando el principal destinatario es el ciudadano. Y es que, no hay mejor herramienta para generar confianza que la transparencia y el buen gobierno.
Noticias falsas: un riesgo para la reputación corporativa
Lamentablemente, el sector de las agencias y consultoras ha sido uno de los primeros en comprobar cómo noticias sin ningún tipo de fundamento se han hecho virales y numerosos medios de comunicación las han difundido sin contrastar ni comprobar su veracidad y sin valorar las posibles consecuencias que tienen sobre el sector, la persona o la compañía afectada.
Y es que, las noticias falsas, o fake news, son y representan una distorsión de la realidad que puede tener consecuencias muy negativas y no solo porque faltan a la realidad, sino porque generan desconfianza e incertidumbre entre el colectivo más vulnerable, que es el consumidor. Así, la responsabilidad de transmitir información veraz recae no solo en los creadores de contenido, sino también en todos los agentes involucrados en el sector, que debemos velar por combatir las noticias falsas que no benefician a nadie.
Además, cabe destacar como la era digital ha potenciado la difusión y el alcance de la comunicación, pero también ha facilitado la propagación de noticias falsas. Las redes sociales son canales de rápida difusión, por lo que se requiere una mayor responsabilidad por parte de los medios informativos y sus profesionales para contrastar la veracidad de la información antes de publicarla.
Seguiremos informando…