La incidencia de lesiones neurológicas posquirúrgicas en la cirugía de la columna ha ido disminuyendo (diferentes estudios cifran esta reducción en el 50%) gracias a la introducción de la monitorización neurofisiológica intraoperatoria (MNIO). A través de esta se realiza un registro continuado de la función nerviosa durante la intervención quirúrgica.
El Dr. Alberto Pérez de Vargas Martínez, jefe de Servicio de Neurología y Neurofisiología Clínica del Hospital Quirónsalud San José explica que, “gracias al registro continuo de la actividad eléctrica nerviosa, podemos identificar in situ (durante la cirugía) cualquier alteración en el sistema nervioso detectando los cambios que preceden a una lesión neurológica, lo que nos permitirá evitar ésta o, en su caso, intervenir inmediatamente para tratar de evitar daños neurológicos permanentes”.
La monitorización neurofisiológica intraoperatoria desde sus inicios
Su primer uso data de 1937, en concreto Penfield W. para la cirugía de la epilepsia, utilizando la estimulación cortical directa para definir el homúnculo motor y sensitivo. Ya en los años 70 empezó a utilizarse el electroencefalograma para la detección precoz de eventos isquémicos durante endarterectomías de carótida. También a mediados de esta década empezaron a usarse los potenciales evocados somatosensoriales (PESS) y, partir de los años 80, la estimulación eléctrica transcraneal, con objeto de disminuir y prevenir déficits motores en cirugías de raquis y cerebro.
Hasta el inicio del uso de los potenciales evocados, las únicas formas de valorar un posible daño del sistema nervioso eran, por un lado, la corrección mediante tracción vertebral preoperatoria, para cuantificar el grado de tracción que se podía ejercer sin producir daño neurológico y, por otro, “el test del despertar” intraoperatorio, en el que se observaban alteraciones motoras en los movimientos del paciente una vez realizada la corrección, antes de dar por finalizada la intervención quirúrgica.
A día de hoy, la monitorización intraoperatoria es una técnica muy utilizada para cirugías del sistema nervioso central (SNC) y periférico, tanto en Traumatología como en Neurocirugía, “aunque en general puede ser útil en cualquier acto quirúrgico en el que se vean implicadas estructuras nerviosas que necesiten ser preservadas, dado que con ella prevenimos posibles lesiones peri-postoperatorias proporcionando mayor seguridad al cirujano y al acto quirúrgico”, señala el experto.
En Traumatología, se lleva a cabo, sobre todo, en cirugías de raquis, para evitar paresias y trastornos sensitivos en cirugía reparativa de nervios periféricos, extirpación de tumores o trasposiciones a nervios no funcionantes. En el caso de la Neurocirugía, se utiliza en cirugías cerebrales para evitar eventos isquémicos, preservar áreas elocuentes (lenguaje, corteza motora, corteza sensitiva, etc.) y también para evitar paresias y trastornos sensitivos. Finalmente, en cirugía de tiroides, se utiliza para evitar parálisis de cuerdas vocales por daño del nervio laríngeo recurrente.
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