PRIMICIA PR La plantilla de ‘El Mundo’ tuvo un convulso comienzo de curso en septiembre. El diario comenzó a aplicar, sin el consentimiento definitivo de los sindicatos, unos nuevos horarios más adaptados a Internet y que implicaban que buena parte de la redacción comenzase a trabajar a las ocho de la mañana. Esta estrategia impulsada por el nuevo director David Jiménez generó el fuerte rechazo del equipo que la consideró como una vulneración de sus derechos y una afrenta contra el funcionamiento histórico de la cabecera.
Los periódicos en España han basado siempre sus tiempos laborales a los de la noticia. Lo normal es que un redactor de una cabecera de papel entrase a trabajar como muy pronto a las diez de la mañana o ya al mediodía después de que hiciesen su ronda diaria de consulta de fuentes o de ruedas de prensa. Esto implicaba abandonar el diario cuando terminase de producirse los acontecimientos noticiosos del día, aunque esto significara que el redactor se quedase hasta las nueve o diez de la noche en su puesto de trabajo.
David Jiménez, director de ‘El Mundo’ nombrado antes del verano, con casi nula experiencia en la redacción de Madrid y con muchos cursos de especialización teóricos en su currículo, ideó un gran proyecto y lo que él internamente consideró una revolución. Su estrategia tenía que ver con que los redactores históricos del papel adaptaran sus tiempos a Internet y que se dividiesen en dos turnos para mantener actualizada la web con temas potentes todo el día. Esto implicaba poner en marcha dos turnos, el primero a las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde y el segundo que cubriese el resto del día.
A la vuelta de vacaciones, los sindicatos acordaron con Jiménez y con la dirección editorial negociar esta modificación y otros puntos en esta misma línea como cambiar las secciones y la distribución de los equipos. El problema es que todos los redactores se encontraron con la sorpresa de que el nuevo horario comenzó a aplicarse sin aviso previo en septiembre y mucho antes de que se certificara el nuevo Convenio Colectivo actualmente en negociación. No obstante, la revolución no duró mucho.
Los propios redactores se negaron a trabajar en estos horarios, no sólo porque trastocaba sus vidas familiares sino que además consideraron que este sistema de trabajo perjudicaba el funcionamiento y la obtención de las exclusivas y temas de apertura del diario. Y es que en el trasfondo del proyecto de Jiménez se privilegiaba el digital por sobre el papel. El formato web debía tener a partir de este año mayor peso para los temas exclusivos y éstos no necesariamente debían publicarse antes en la edición impresa a primera hora de la mañana.
El problema – y así se lo hicieron ver a Jiménez- fue que las noticias y las investigaciones no podían estar sujetas a estos tiempos y que muchas cosas se contrastaban a las diez o a las once de la noche, horario que en teoría no era relevante para esta nueva distribución horaria. La redacción entonces paso a la acción y decidió plantarse hasta que quedase sin efecto la nueva medida, que en muchos casos no llegó siquiera a aplicarse. Después de algunos días de tiras y aflojas finalmente Jiménez cedió ante la mediación de sus colaboradores -alguno histórico de la redacción- y dio marcha atrás con su proyecto ‘estrella’. Decepción en Jiménez que no obstante, espera un momento más propicio en el futuro para resucitar su ‘revolución’.