En la Tierra a lunes, diciembre 30, 2024

Los expertos reclaman más rigor científico en la difusión de la ciencia compartida a través de las redes sociales

La manera en la que el conocimiento científico se difunde por las redes sociales y todo el entorno digital ha dado lugar a la “ciencia-e”. No hay duda de las ventajas que ha representado permitiendo a los investigadores trabajar en red de forma ágil y sin fronteras o difundir el conocimiento con rapidez a la sociedad. Sin embargo, los expertos reclaman que la ciencia compartida en las redes sociales cuente con mayor rigor científico.

Así lo han señalado hoy durante la XII Jornada MEDES “La ciencia compartida en español” que ha celebrado la Fundación Lilly en el marco de los Cursos de Verano del Escorial y que, tal y como señala su director, el doctor José Antonio Sacristán, tiene como objetivo “debatir y reflexionar sobre las redes de conocimiento como contexto de trabajo de la investigación y concretamente de la biomedicina”.

Según explica el doctor Rafael Dal Re, del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz-UAM, “la ciencia, sea de máxima calidad o pseudociencia, llega al ciudadano que, muchas veces, ignora no solo la fiabilidad de lo que lee sino su origen. Es, por tanto, un campo abonado para la fabulación, la exageración y la distorsión y, por tanto, para el fraude”.

Por su parte, el doctor Javier González de Dios, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital General Universitario de Alicante y codirector de la plataforma de formación online Continuum de la Asociación Española de Pediatría (AEP), señala que, teniendo en cuenta que “compartir” es el verbo del siglo XXI, en los entornos digitales se debe “saber conjugar la visibilidad y difusión con rigor científico”. Por ello, apuesta por “compartir valor añadido con ciencia, conciencia y calidad”. Así, durante la inauguración se ha señalado que la postverdad no puede llegar a la ciencia.

Para el profesor Elías Sanz, catedrático en Biblioeconomía y documentación de la Universidad Carlos III de Madrid, una cuestión relevante pasa por que los grandes buscadores y las empresas de redes sociales tengan filtros tecnológicos y profesionales “que aseguren que la información que circule por la red esté contrastada y sea cierta, porque hay bulos y falsedades enmascarados de información científica que pueden resultar muy contraproducentes”. Ante el impacto que este tipo de información puede tener en la salud, el doctor Dal Re recomienda a los ciudadanos “fiarse de los profesionales sanitarios que, en última instancia, tienen la responsabilidad de estar actualizados en sus áreas de conocimiento a través de diversas fuentes”.

Más beneficios que riesgos

Pero los beneficios de la web social aplicada a la investigación biomédica superan los riesgos. “La web social ha revolucionado los temas de formación, información, conocimiento, comunicación e interacción en la investigación”, indica González de Dios. Según este especialista, la web social ha impactado a la hora de compartir la investigación a través de las redes sociales y bases de datos científicas; pero también al compartir los recursos de investigación mediante el Open Data o la Nube de la ciencia, entre otros, y compartir los resultados, con la utilización de Open Access, Creative Commons, blogs o Mendeley o ResearchGate, que en su opinión son “tres áreas clave”.

 

Elías Sanz añade que la web social “permite hacer la ciencia bidireccional y que los destinatarios de los descubrimientos y resultados científicos puedan opinar sobre ellos de manera directa, y en muchos casos participar con los equipos de investigación que los generan”. En este punto destaca el papel de las asociaciones de pacientes, quienes “a partir de datos de acceso público están generando determinada investigación interesante sobre los temas de los que trata”.

Otra consecuencia positiva que subraya Sanz derivada de la difusión y participación de la ciencia es el aumento de la cultura científica de la sociedad, una cuestión que considera de Estado ya que “implicar a la ciudadanía en las cuestiones científicas, darle capacidad para utilizar la razón de manera diferente, aumenta la calidad democrática de un país. Debe ser una obligación del Estado la alfabetización científica para que la sociedad tenga mayor capacidad de comprensión de los procedimientos científicos y las investigaciones”.

En esta tarea de alfabetización, el uso del idioma español en la ciencia juega un papel destacado, “debe ser un idioma con riqueza científica para poder evolucionar con el tiempo. Además los canales sociales permiten compatibilizar idiomas”. A este respecto Sacristán ha subrayado que precisamente los esfuerzo de la Fundación Lilly a través de la iniciativa MEDES – MEDicina en Español es que nuestro idioma “sea un vehículo de transmisión y difusión del conocimiento”.

Entre los retos del uso del entorno digital en investigación, González de Dios apunta a que estos se dirigen a que “los investigadores lo integren en su trabajo, evitando recelos, desconfianza y el temor al plagio; mejore la financiación y colaboración institucional; regulación de las agencias financiadoras y políticas institucionales que aseguren la eficacia y seguridad en la gestión de la Ciencia-e compartida”.

 

 “Trampas” informativas

El doctor Dal Re es el encargado de clausurar la jornada con la conferencia “La ciencia-e compartida, las revistas médicas y la información tramposa que llega al ciudadano”. En este punto aclara que una de las “trampas” es el sesgo que acontece cuando “los autores publican los resultados más llamativos – que usualmente coincide que son los estadísticamente significativos y positivos para la hipótesis en estudio-, y omiten los resultados negativos. Esto es lo que se denomina sesgo de publicación de resultados”.

 

 

Otro sesgo al que hace mención es al de la información incluida en los resúmenes, por ejemplo, “cuando los autores mencionan en el texto del artículo que la variable principal ha obtenido un resultado negativo, pero en el resumen del artículo solo mencionan el resultado positivo de la variable secundaria”.

Ante esta situación, Dal Re propone como solución a corto plazo “que las revistas implementen procedimientos de control de calidad”. Otra, a largo plazo, sería “dar una educación adecuada a los médicos en los valores de la integridad científica que exigen que, cuando se involucran en una investigación, la comunicación de los resultados sea de forma transparente, completa, exacta y no sesgada”, concluye.

 

 

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