Movistar+ estrena el próximo viernes 25 Matar al padre y, por primera vez, una mujer se ha puesto detrás de las cámaras para dirigir un proyecto de ficción de la plataforma. Ella es Mar Coll, debuta en televisión con esta serie y es uno de los nombres más interesantes del panorama audiovisual español.
“Estoy muy satisfecha con Matar al padre, tiene la personalidad que queríamos, es incómoda”, asegura la realizadora en una entrevista con prnoticias. “Consigue construir un personaje memorable, con el que el espectador tendrá una relación de amor-odio. Este es el tipo de personajes que me interesan, aquellos que no te abrazan, sino que te retan a ponerte en sus zapatos y a entender el mundo desde un punto de vista que crees que está muy alejado de lo que tú eres y al final te acabas dando cuenta de que comparte cosas contigo”, prosigue.
Coll se refiere a Jacobo Vidal, el desastroso protagonista de la ficción, cuyo papel está interpretado por Gonzalo de Castro. Pese a que la elección del intérprete se hizo con el guion ya escrito, Mar asegura que tenía mucha fe en el actor “porque es un muy intenso y me interesaba mucho de pasar del registro trágico al cómico”. “Su propuesta de Jacobo fue la que más me gustó, dota al personaje de una gran humanidad”, añade.
Con una carrera ligada al cine, sorprende que Mar Coll haya saltado de pantalla. “A priori, nunca me había planteado trabajar en televisión porque veo el cine como un método de expresión personal y artístico. Entiendo que, en la televisión, el director es una figura más técnica, aporta sus conocimientos sobre dirigir actores o dónde poner la cámara pero no tiene el control sobre los contenidos”, confiesa.
Toda esta creencia se derrumbó ante la llegada de la plataforma, que le ofreció un proyecto “irrechazable”. “Yo veía a la televisión como un medio hostil hasta que llegó Movistar+, que me presentó una propuesta que no pude rechazar: desarrollar la serie que tú quieres con libertad creativa y medios”, asegura la catalana.
“La realidad no nos está dando la foto que desearíamos”
Una de las cosas que más agradece a Movistar+ es que “respetaron mucho nuestros tiempos”. “No nos pusieron deadlines ni presiones”, indica, asegurando que Matar al padre le ha permitido “crecer y experimentar con el lenguaje, ha sido una gran oportunidad por las condiciones que ponían sobre la mesa”.
Siendo una ficción tan arriesgada, muchos se preguntan si Matar al padre tendría hueco en una cadena en abierto. “Debería”, asevera Mar, afirmando que “el problema de la televisión en abierto es que esta es una serie que exige un poco más de concentración y la publicidad es muy difícil de compaginar con según qué proyectos de ficción”. “Si lo que haces es sentarte delante del televisor a comerte todo lo que te echen, Matar al padre no es el producto que se adapta mejor a ti”, resume
Mar Coll es la primera mujer en dirigir un proyecto de ficción para Movistar+, algo que tilda de “significativo”. “Hay que verlo así: hay muchas ganas de que esto cambie pero a lo mejor la realidad no nos está dando la foto que desearíamos”, analiza.
“Hay que verlo con datos: año a año, las cosas no se mueve, así que mientras siga habiendo entre un 7% y un 15% de mujeres que lideran proyectos, es obvio que no se avanza”, explica la directora. “Los cambios no llegan esperando que la inercia cambie, hay que buscar los mecanismos para revertir y acelerar este proceso”, remata.
Así es Matar al padre, el regreso de Gonzalo de Castro a la televisión
Matar al padre es una miniserie de cuatro capítulos, cada uno situado en un año diferente, que narra varios momentos de la vida de Jacobo Vidal y su familia. La ficción comienza en 1996, en la feliz Barcelona post-olímpica en la que habita Jacobo, abogado de profesión, hombre despótico y autoritario determinado a controlar todos los aspectos de su existencia y la de sus hijos, Tomás y Valeria.
Padre obsesivo y disfuncional, no duda en doblegar cualquier obstáculo que se interponga en el bienestar de su familia para encajarlo a la fuerza en su propia visión del mundo, convirtiendo a sus hijos en víctimas de un exceso de amor paterno. Pero la vida es imprevisible y dieciséis años después, en plena crisis económica mundial, Jacobo comprueba perplejo cómo su vida no se corresponde con lo que él había planeado.