10,6% de share y 1.553.000 espectadores. Ese es el dato que firmó este domingo OT 2020, que se convirtió en la cuarta opción de la noche tras anotar mínimo histórico de la mano de su Gala 4. Ni el público joven salvó al talent de La 1 del desastre: pese a que entre los televidentes de 13 a 24 años cosechó un 23,7% de cuota de pantalla, lo que supone un dato más que reseñable, el programa perdió más de cinco puntos dentro de este target con respecto a la semana anterior.
Durante la presentación de la nueva edición de OT, sus responsables remarcaron los cambios en la mecánica del espacio (que se desprendía del límite de nominados), presumieron de contar con un casting “lleno de frescura” y elevaron a los altares a un jurado completamente renovado. Un mes después de su estreno, todo lo anunciado sigue sin cuajar y el público está comenzando a abandonar el talent de forma alarmante, una situación que, de no solucionarse rápidamente, puede abocar al programa a números irrisorios.
Uno de los elementos que más problemas le está causando a OT es el jurado. Tras el desgaste que sufrió la anterior edición, los responsables del talent optaron por darle un nuevo aire apostando por la introducción de un nuevo plantel de jueces… cuya selección ha sido un completo desastre. Pese a que el intento de diferenciarse de temporadas pasadas y darle a OT 2020 una personalidad propia es loable, la elección de los diferentes perfiles se ha tornado en catastrófica.
La principal señalada es Natalia Jiménez, cuyas inexplicables valoraciones han desconcertado tanto al público como a los profesores, que le han tenido que afear, por voz de Noemí Galera, ciertos comentarios que evidencian hasta qué punto le da igual el programa. Tampoco ha debutado con buen pie Portu, que ha tenido que disculparse con Samantha debido a las incomprensibles explicaciones que le dio a la concursante en la tercera gala. Por su parte, el regreso de Nina ha resultado ser una decepción dada la impetuosa necesidad que ha demostrado la artista a la hora de buscar el lucimiento propio, mientras que Javier Llano ha evidenciado que su único objetivo en el talent es recordar a la audiencia una y otra vez la existencia de Cadena 100.
Ni rastro de las novedades (ni del carisma de los concursantes)
Otro de los factores que ha perjudicado al programa es la escasa implantación de las novedades en la mecánica, que se vendieron como una auténtica revolución y, un mes después de su estreno, siguen sin aparecer. Consciente de que la obligación de tener cuatro nominados hacía que los veredictos cayeran en una previsibilidad que lastraba el ritmo y la emoción, el programa optó por derribar una de sus normas más icónicas y quitó el límite. O eso se supone porque, cuatro entregas después (cinco contando la Gala 0), el jurado parece no ser consciente de esta nueva norma y sigue rigiéndose por la anterior a pesar de que haya más de cuatro concursantes que merezcan no cruzar la pasarela.
Ah, los concursantes. Tras un OT 2017 donde hasta el aspirante menos popular generaba cierta empatía y un OT 2018 en el que, pese a la arrogancia demostrada por gran parte del casting, varios participantes contaban con un carisma arrollador, los concursantes de OT 2020 pasan absolutamente desapercibidos más allá de contadísimas excepciones. Ni con su comportamiento dentro de la Academia ni con sus intervenciones en las galas han logrado mostrar una personalidad que despierte el interés del gran público, un elemento clave a la hora de construir un fenómeno televisivo.
Tampoco les ha ayudado el repertorio escogido por la dirección del programa hasta la fecha. Canciones más propias de un karaoke que de un talent (Princesas es un himno generacional pero su inclusión en este tipo de programas carece de sentido), fallos técnicos, puestas en escena que no van acordes al tema y ni una actuación memorable en cinco galas es un bagaje inaceptable para un programa de esta entidad.{wbamp-show start}
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Todos estos ingredientes están aliñados con el desgaste que supone estrenar tres ediciones de un mismo programa en 27 meses. Porque no, OT no es un formato que se pueda exprimir hasta la saciedad como MasterChef o GH porque sus protagonistas no pueden ser reemplazados dentro del imaginario popular en un par de meses sino que hay que dejarles tener un recorrido antes de lanzar a una nueva generación.
Si La 1 y Gestmusic quieren evitar que OT 2020 se convierta en una agonía que hasta los jóvenes acaben dando de lado debe ponerse las pilas y reaccionar rápidamente. Gestos como dar un toque de atención al jurado, buscar un repertorio más potente y conformar tramas que ayuden a los concursantes a construir una personalidad propia comienzan a ser urgentes porque, de lo contrario, TVE
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