Escondida entre las sierras que unen Cáceres y Badajoz, atravesada el Guadiana, que se retiene, remolón, formando grandes pantanos, visitada cientos de especies de aves y caza que encuentran abrigo en su Reserva Nacional, Cijara ha permanecido casi inmutable con el paso de los siglos.
La naturaleza y el hombre han establecido aquí una rara armonía en la que predomina el respeto al pasado y la tradición, a lo puro y lo auténtico, pero que mira también hacia adelante, que trata de mostrar esta joya a los viajeros y de estular un turismo alternativo que sepa apreciar los tesoros naturales, históricos, artísticos y culturales que Cijara conserva.
Esta región, que forma parte de lo que se ha dado en llamar
Los pueblos y su historia, la cultura, las tradiciones y la naturaleza cabalgan en libertad y armonía en estos parajes que alternan las inmensas llanuras con las sierras, la dehesa con los pastizales semiesteparios que terminan entregándose a los humedales, hoy día reconocidos internacionalmente como los más tantes, equiparables a los de Doñana y a las Tablas de Daiel.
Los pueblos de la comarca, con nombres tan sonoros como Castilblanco, Valdecaballeros, Peloche, Fuenlabrada y Bohonal de los Montes, Herrera del Duque, Helechosa de los Montes o Villarta de los Montes muestran los restos de su pasado romano y árabe, los castillos y ermitas medievales, las iglesias góticas y barrocas, sus balnearios deconónicos y sus pueblos actuales, que conservan el encanto del ayer.
Aunque sus habitantes se muestran muy orgullosos del apelativo de Siberia Extremeña y lo vinculan al nombre de la península (Iberia), no parece el más adecuado de cara a la promoción turística. Tampoco está claro su origen que viene, al menos de 1920.
Este aislamiento ha permitido, sin embargo, que el ecosistema se haya conservado inalterable. Su suelo es pizarroso y poco profundo, poblado de amplios horizontes y agreste belleza, matizado grandes masas de pinos y eucaliptos que circundan los grandes embalses que jalonan el cauce del Guadiana y sus afluentes. En su extremo norte, dispone de grandes recursos forestales, principalmente pinos de repoblación. Una región de bosques, cañadas, serranías y lagos, donde abunda la caza del ciervo y el jabalí, de la perdiz, el conejo y la liebre, y donde la pesca del lucio, la carpa y el barbo es una tradición popular.
Sus abundantes pastos se llenaban de ganado bovino en el invierno, en tiempos de
Las llanuras azules del agua han marcado el paisaje de una forma espectacular en estas comarcas pacenses. Los embalses de Cijara, García Sola, Zújar,
Agua, plantas y anales
Cuentan las gentes y los escritos, que estos lugares fueron recorridos pueblos que daban sentido mitológico a la aguas. Anas, Diosa tartessa que equivale a Río, puede ser el origen que da nombre al río Guadiana, el introvertido, que aparece y desaparece jugando al escondite, pero siempre regalando senderos y riberas para que le siga el caminante.
Pero en esta amplia superficie, con una baja densidad de población, las auténticas reinas son la flora y la fauna. Esta es la tierra de la jara y el tomillo, de la cigarra y el águila. Es tierra de encinas, alcornoques y acebuches; de eucaliptos, pinos y castaños. Aquí florecen los lirios campestres, la rosa de peonía, la campañilla de otoño, el cadillo y la amapola. Los amantes de las hierbas aromáticas y especias encontrarán a cada paso, orégano, azafrán silvestre, ajo silvestre, altramuz, poleo, tomillo y trébol.
Naturalmente, un entono tan privilegiado, atrae a una variada fauna de todos los tamaños. Desde el lince ibérico, el jabalí y el corzo, al conejo, la liebre, el erizo o el lirón. Sin olvidar el ciervo, el gamo, el gato montés, la jineta, el tejón o el zorro.
La llegada puntual de las grullas desde el norte europeo viajando miles de kilómetros, marca cada año el inicio del invierno. En las dehesas pobladas de encinas y en los humedales, encuentran sus dormideros y su alento formando poblaciones que llegan a alcanzar los 50.000 ejemplares en la región. La vistosidad y elegancia de estas grandes aves, su estructura social y su integración en el entorno natural extremeño, es algo que siempre despierta admiración a aquellos que deciden observarlas desde los últos días del otoño, hasta el comienzo de la pravera cuando emprenden el viaje de regreso hacia el norte.
Pueblos acogedores
Pero aunque la naturaleza se pone en estas tierras, sus pueblos también merecen una visita, aunque sólo sea para estar en contacto con sus gentes que reciben con cariño al viajero. Un buen inicio de la ruta puede ser Valdecaballeros, tal vez el pueblo más conocido de la región ya en las cercanías de
Castilblanco, población ribereña en la que aún se pueden encontrar construcciones típicas de claras influencia árabes, sobre todo en los barrios denominados “Picocerro” y “Perchel“, donde abundan las fachadas blancas de casas con pequeñas ventanas y tejas árabes. Helechosa de los Montes, situada sobre las estribaciones de
Villarta de los Montes, situada en una de las estribaciones de
Fuenlabrada de los Montes, entre típicos paisajes de dehesa y monte bajo y muy cercana al llamado Paraje Natural de Robledillo.
Herrera del Duque, debe su nombre a que durante muchos años fue señorío de los Duques de Osuna, se pueden observar grandes casas solariegas con presionantes fachadas de gran valor artístico. Peloche, junto al Embalse de García Sola lugar ideal para los detes de agua, localidad que a poca distancia tiene unas interesantes pinturas rupestres esquemáticas. El castillo de Puebla de Alcocer, una de las construcciones históricas más tantes de
Una visita a Cíjara, ya sea un rápido fin de semana o un recorrido con más deteniento, permitirá descubrir al viajero una tierra auténtica, abierta y pura que abre sus brazos y se muestra con naturalidad.
GASTRONOMIA: de la tierra y el agua
Esta tierra recia ha sabido aprovechar su rica y variada materia pra para elaborar, desde hace siglos, numerosos manjares. Caza y pesca, cordero y cerdo, productos de la huerta y de la trashumancia, recetas heredadas de los romanos y los árabes, de
La gastronomía de la comarca situada entre lagos y montes, tiene apreciadas muestras o productos propios de la zona, así los “escabeches” más famosos, son aquellos que se realizan con peces o conejos, recibiendo el popular nombre de “escarapuches“. No faltan platos realizados con la buena caza, (excelente en la comarca), jabalíes, perdices, conejos y liebres. Aguardientes y buenos vinos de pitarra son la delicia que complementa su oferta culinaria.
Enrique Sancho