La menorragia se diagnostica de forma común entre las mujeres en edad reproductiva aunque no siempre sean conscientes de ello. De acuerdo con el Dr. José María Fernández Moya, coordinador del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Nisa Pardo de Aravaca, este trastorno afecta a entre 10-20% de las mismas y puede repercutir negativamente en su calidad de vida. Además, supone el 14% de las consultas ginecológicas y es la causa más frecuente de anemia entre las mujeres occidentales.
A pesar de que existen múltiples razones por las que se puede producir una menorragia, hasta en un 50% de los casos no es posible identificar una causa definida. El Dr. Fernández Moya afirma que “generalmente esta patología es de carácter benigno y se debe a alteraciones hormonales o por patología ginecológica, como miomas, pólipos endometriales o quistes ováricos. En casos excepcionales, puede suponer el síntoma de un proceso maligno”. .
Dentro de las opciones terapéuticas, se encuentran los tratamientos médicos con o sin aporte hormonal, como los fármacos antiinflamatorios, el ácido tranexámico que favorece la coagulación y por tanto la disminución de sangrado, los tratamientos anticonceptivos (que son los más usados), los gestágenos, o el DIU de progesterona.
En cambio, los tratamientos quirúrgicos se acometen solo en los casos en los que se identifica una patología ginecológica susceptible de ser extirpada, como miomas o pólipos, o cuando los tratamientos médicos no sean efectivos o estén contraindicados. En esta situación se procede a realizar una histerectomía o una ablación endometrial, esta última consiste en la cauterización del lecho endometrial.