En la Tierra a jueves, 28 marzo, 2024

Nutrición personalizada, una aliada para la efectividad de los tratamientos oncológicos

Afrontar procesos tan exigentes como la radioterapia, la quimioterapia o extirpación quirúrgica de tumores requiere convertir la nutrición en un aliado. De esta manera, si la correcta alimentación siempre es importante para la salud, para personas que se someten a un tratamiento oncológico, se convierte en una cuestión de vital importancia. Por este motivo, un equipo de dietistas, oncólogos, físicos médicos y especialistas en radiología, procedentes de grupo ASCIRES y Fundación QUAES, ha diseñado un innovador protocolo para evitar la desnutrición en pacientes con cáncer y mejorar su calidad de vida. Un nuevo avance que puede beneficiar a más del 50% de los pacientes que la padecen debido a su enfermedad o a los tratamientos.

Así pues, este procedimiento, pionero en España, se centra en la alimentación como aspecto fundamental en el proceso terapéutico del cáncer. Y es que algunos de sus efectos secundarios, tales como falta de apetito, náuseas, vómitos, malabsorción o la alteración del sentido del gusto, conllevan una fuerte pérdida de proteínas, componente esencial de los músculos y principal soporte para resistir el fuerte impacto de los tratamientos. De esta manera, la creación de dietas específicas ayuda a optimizar la terapia, disminuye la astenia, recorta los periodos de ingreso hospitalario y mejora la calidad de vida de los pacientes.

El método se basa en aprovechar el tradicional TAC de planificación, necesario para diseñar el volumen de irradiación y la planificación de la terapia oncológica, para analizar con precisión la composición corporal de cada persona. “Esto nos permite recabar toda la información necesaria para crear un programa nutricional personalizado, que se adapta a la condición física del paciente y tiene en cuenta factores como el tipo de tumor que se le ha detectado”, explica Bianca Muresan, investigadora especializada en nutrición oncológica en Fundación QUAES.

“Usamos cortes específicos del TAC, como el del tercer lumbar (L3), que es un método recientemente validado en oncología, a los que aplicamos fórmulas de medición para obtener una imagen detallada del cuerpo. Así detectamos de forma precoz la pérdida de masa muscular, una patología que conocemos como sarcopenia, y que repercute negativamente tanto en la evolución clínica del paciente como en las complicaciones terapéuticas que le pueden afectar, haciéndolo más propenso a sufrir los efectos secundarios del tratamiento”, destaca la especialista.

De esta manera, una tecnología orientada al diagnóstico adquiere un importante uso alternativo, permitiendo estudiar el estado nutricional del paciente “sin necesidad de realizar nuevas pruebas específicas, valorando mediante un postprocesado en el propio centro hospitalario la cantidad de tejido muscular y adiposo del enfermo”, apuntan los Dres. Gonzalo Sánchez y José López Torrecilla, responsable de la unidad de RM y TAC y jefe de servicio de Oncología Radioterápica ERESA en el Hospital General de Valencia”.

Desde el punto de vista de los expertos, este procedimiento, ya en fase de estudio avanzado, está arrojando resultados muy positivos. “Es una forma mucho más precisa de valorar el grado de sarcopenia que el simple control de peso con báscula, ya que esta variable no siempre va asociada a la masa muscular. Podemos encontrarnos con individuos que muestran obesidad y sarcopenia, lo que multiplica el riesgo”, afirman la Dra. Ana Hernández Machancoses y el Dr. Enrique García Miragall, especialistas en la unidad de oncología radioterápica de ERESA en el Hospital General de Valencia, y continúan: “puede incluso llegar a ser un predictor de la tolerancia y la respuesta al tratamiento, de tal forma que ya estamos viendo que los pacientes con un estado nutricional adecuado tienen mejores resultados desde el punto de vista de toxicidad y de control tumoral”.

En definitiva, la nutrición planificada se prepara para un auténtico salto cualitativo, complementando las técnicas tradicionales con las posibilidades que ofrece el diagnóstico por imagen aplicado. Una combinación que podrá convertirse en parte fundamental de la terapia contra el cáncer, para conseguir un doble objetivo: mejorar la efectividad de los tratamientos y cuidar el bienestar físico y psicológico de los pacientes.

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